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A dos años de abril: ¿Cuál es la ruta?

Lo que aprendimos de abril y de los últimos dos años es que existen momentos cumbres que hacen que la ciudadanía se organice para ejercer mayor presión

Activistas y exvoluntarios de la cooperación al desarrollo de Bélgica demandan la liberación de los presos políticos en Nicaragua.

Rodrigo Quintana

22 de junio 2020

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Más allá de una consigna popular, no hay una, sino varias rutas. Quien crea que existe un factor determinante para salir de Daniel Ortega, como paro nacional, elecciones o movilización masiva, se olvida que Nicolás Maduro continúa en el poder. Incluso con Asamblea de mayoría opositora, con liderazgos reconocidos y desplome de exportaciones petroleras en calidad, cantidad y precio.

Si el objetivo es sacar a Ortega a la fuerza, obligarlo a renunciar, o siquiera negociar, la incógnita que siempre surge es si, pero ¿cómo? Aquí se plantean caminos que, confabulados, puedan asomar la luz de una posible salida. Hay varios otros caminos. El desafío siempre será coordinarlos. Como CID-Gallup demostró, no existe ni existirá una sola fuerza aglomeradora que pueda sola.

1. Movimientos ciudadanos traducidos en presión interna


Lo que aprendimos de abril y de los últimos dos años es que existen momentos cumbres que hacen que la ciudadanía se organice para ejercer mayor presión interna. La quema de Indio Maíz, el asesinato de Eddy Montes, y la huelga de las madres de reos políticos han desencadenado los mayores picos de protestas, como muestra Sismología Social.

En las últimos meses ese pico se llama covid-19. Iniciativas ciudadanas se han volcado a llenar un vacío estatal. Desde el Observatorio Ciudadano para monitorear casos hasta jabón y agua en paradas de buses. Estas son las muestras del tejido organizativo que nuestra cultura solidaria nos ha heredado ante injusticias colectivas.

Pero la ciudadanía que se organiza masivamente lo hace esporádicamente para dar respuesta a demandas urgentes. No lo hace por interés propio más allá de querer ayudar a quienes más lo necesiten. Tampoco lo hará masivamente alrededor de un partido, menos aún de personalidades. Cómo encauzar ese músculo organizativo en una sola marea opositora azul y blanco será clave.

2. Formación política para jóvenes vectores

El discurso viralizado del Chino Enoc evidenció una de las grandes coincidencias entre el orteguismo y la oposición: la falta de relevo generacional. A pesar de contar con caras más frescas, la oposición no es inmune a este malestar. Incorporar a jóvenes en primera fila no es sólo un imperativo moral, sino que hace sentido si pensamos que el votante indeciso es estudiante, urbano y quiero cambios. El sector estudiantil puede convertirse en el vector de demandas de un nicho adonde la oposición no termina de llegar.

Pero para la política efectiva se necesita formación en narrativa pública, negociación política, y políticas públicas, para al menos saber el precio de la canasta básica. Algo que pocos saben es que justo después de las próximas elecciones presidenciales, vienen los comicios municipales y regionales. Y para correr un maratón se necesita atletas que no se acalambren al primer trote. Que se fogueen desde ya para construir estamina. La juventud necesitará de entrenadores que estudien adversarios; nutricionistas que sugieran dietas; y viejos maratonistas que les aconsejen.

3. Valoración del voto y su defensa

Asumiendo que existan condiciones y que una fuerza política se convierta en alternativa de poder, las elecciones pueden provocar nuevos episodios movilizativos. Eso dependerá de si en la boleta está la respuesta convincente a las demandas socio-económicas de la población indecisa. Algunas están recogidas en ‘Anhelos de un nuevo horizonte’, un compendio de aspiraciones que anima a imaginar la Nicaragua que podemos reconstruir; otras tendrán que ser consultadas.

El régimen intentará devaluar el voto dividiendo a la oposición y no cediendo condiciones mínimas. Si la respuesta de la oposición es mayor que su devaluación, un fraude en las elecciones se convertiría en algo personal - un robo masivo de sueños. Y como hemos visto antes, hay pocos eventos que hacen que la gente se movilice como una injusticia colectiva.

Salir de Ortega no será fácil. Será una carrera de vallas donde no sabremos la posición del dictador, quien seguirá controlando reglas del juego y mostrará poco sus cartas. Canalizar movimientos cívicos para fiscalizar el poder interno con jóvenes capaces de renovar la cultural política y hacernos soñar que por medio del voto un país distinto es posible marcará el paso.

Sorprendentemente, salir de Ortega no es lo más difícil. Lo más difícil es el día después. Para eso necesitaremos tanques de oxígeno. Y gente que sepa que su legitimidad, el poder que les permite correr, no es infinita. Que entiendan que la política es un deporte de contacto en el campo de juego - la calle - y el poder que no se ejerce, se pierde. No hay que subestimar el aguante del orteguismo, que como el chavismo, viene de la escuela “el último que llegue que apague la luz”.


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