11 de junio 2017
La novela “Vuelo de Cuervos”, se publicó por primera vez en Nicaragua en 1997, bajo el sello editorial del Centro Nicaragüense de Escritores. Su autor, el escritor matagalpino Erick Blandón Guevara, quería contrastar discursos y visiones sobre la revolución sandinista, gesta para la que trabajó y fue miembro de su aparato de propaganda.
“La escribí con miedo, te tengo que decir, obviamente”, confiesa Blándon, en una entrevista con Confidencial, pues entre algunos su obra sería leída como una burla al poder desde adentro de la revolución.
La novela se inspira en el desplazamiento de las comunidades miskitas, desde el Río Coco hasta los asentamientos de Tasba Pri (Tierra libre), y entre sus personajes desfilan militares, militantes, políticos, poetas, e indígenas. A través de un lenguaje popular, el autor esboza en una obra literaria una reflexión sobre las contradicciones y conflictos de una época.
Este año la editorial Alfaguara, una de las más prestigiosas en lengua española, decidió reeditar la obra, que fue presentada en pasadas semanas, durante el evento literario Centroamérica Cuenta.
Además de narrador, poeta y ensayista, Blandón es profesor e investigador en el Departamento de Lenguas y Literaturas Romances de la Universidad de Missouri-Columbia. En esta conversación analiza su obra y el contexto en que la escribió, veinte años después de publicada por primera vez.
¿Qué significa para vos como escritor el hecho de que Alfaguara haya decidido publicar esta novela 20 años después? ¿Cómo se leyó entonces y cómo esperas que se lea ahora?
A mí me parece que lo más importante es la valoración de que mi texto se defendía solo como literatura, y que trascendía la coyuntura política del momento, porque había tenido una lectura que trascendía el chisme local, quién es este o quién es el otro, si no que se estaba valorando que en esta novela se discuten o se dirimen valores en conflicto universales que están presentes a lo largo de toda la historia de la humanidad y que ahí estaban siendo concentrados, siento que ha sido un reconocimiento a mi labor literaria.
¿Cómo se sitúa la novela frente a la historia? Estamos claros que esto no es un testimonio, ni tampoco un ensayo, pero se refiere a hechos que ocurrieron durante los años ochenta, como fue la reubicación de los miskitos.
Yo creo que en primer lugar, ante la historia podemos decir que en la novela lo que se trata de representar es la epifanía o la revelación de que la revolución, la utopía por la que toda una generación estuvo dispuesta a dar la vida, se había convertido en una broma macabra y que eso yo trato de situarla en los dos primeros años de la revolución que es cuando nos damos cuenta que la revolución que suponía ser la reinvidicación de todos los oprimidos de la tierra, no tenía en cuenta a las minorías étnicas, ni a otras minorías, porque era un proyecto que estaba concebido desde la ciudad, para una zona del país, y lo que trataba era de integrar a todo el país al pacífico, y eso nos cobró la gran factura que fue el final de la revolución 10 años después.
Leí hace unas semanas la novela otra vez, me gustó más que la primera vez, me reí, disfruté de su texto literario, pero siempre el lector nicaragüense tiene que lidiar con ese impulso a cotejar o a tratar de identificar a los personajes literarios con los que uno trata de encontrar en la vida real, ¿Puede escapar el lector nicaragüense de esa tentación?
Yo creo que no. Necesariamente tenés que asociar a un personaje que está definido, pero ese personaje tiene características de muchos otros sujetos históricos. Vos podes decir, bueno, este puede ser, Erick Blandón, pero aquí de Erick Blandón también hay otras características que no son exactamente las de Blandón. Sin embargo, me parece que sí es cierto.
Yo defiendo mi texto como un texto literario, en el cual hay un discernimiento filosófico, epistemológico, nada más que puesto en lenguaje nicaragüense, en el lenguaje de “joda” de la juventud de los ochenta, y la lengua nicaragüense popular, de manera que yo creo también que es muy difícil para un lector nicaragüense leerla sin preguntarse quién es este personaje.
Los nombres de los personajes son muy sugerentes, algunos se llaman Artero, Afrodisio, Narciso Pavón, Nabucodonosor, Apolonia, Juana de Arco, Virgenza Fierro, Inés del Monte. ¿Cómo se construyen esos personajes?
En primer lugar cada nombre tiene la representación de un símbolo, en algunos está clarísimo, en la palabra Artero, alguien que sepa español, sabe que se está tratando de una persona artera, sin escrúpulos, vanidoso y tremendamente ambicioso.
Apolonia es una mujer que en la historia de la religión cristiana está dispuesta a morir, a llegar al sacrificio por sus ideales, pues esta es una mujer, la más importante de la novela, que está totalmente convencida de que la revolución tiene que llegar hasta el final, porque cree en los valores originales que para otros ya han fenecido, ya han fracasado.
Nabucodonosor es un hombre fuerte, militar, que emprende guerras, que promueve la conquista del mundo, que se cree un superhéroe y capaz de llevar adelante proyectos napoleónicos.
Y por el otro lado desfilan en la novela algunos personajes de la cultura contemporánea, y de la cultura nacional, hay un poeta costeño, llamado Alí Alá, aparece el Barón de Praga y al único que señalas con su nombre y apellido es a Rolando Steiner.
Bueno, porque en primer lugar Rolando ya había muerto y me parecía un personaje muy significativo, porque era el más grande dramaturgo que tuvo Nicaragua en el siglo XX, el de más prestigio y además estaba integrado a la revolución desde una mirada sardónica, burlesca, riente, pero el barón de Praga, quien conoce la historia, es fácilmente identificable, es Alan Bolt, obviamente, por la forma de caminar, los ojos, a ese si lo describo perfectamente, y le puse barón de Praga porque así se llama el lugar donde él tenía su…. (casa).
Los personajes que dominan este coro de tu novela, ¿todos son conscientes de que forman parte de esta farsa, o hay una lucha entre ellos sobre sus creencias?
El operativo militar para evacuar las aldeas miskitas, hacia el centro del territorio de la Costa Caribe, supuso una ruptura en la unidad monolítica con la que se comenzó a hacer aquello, desde una perspectiva militar, hubo personas que empezaron a reflexionar, y esto no solo ahí, si no en todo el país, de que habían cosas que por muy importantes que fueran para la defensa del país, eran absolutamente absurdas y que no se compadecían con la realidad en la que vivían. Por ejemplo, el llamado al sacrificio del pueblo de acuerdo a las limitaciones que imponía la política económica de los Estados Unidos hacia Nicaragua, y por otro lado el gran derroche de algunos personajes que vivían en un mundo pantagruélico, es lo que yo trato de representar. Los dos contrastes, quienes defendían eso como necesario y quienes pensaban que la revolución se estaba desviando de su rumbo original.
¿Cómo se logra en esta novela que su texto no quede circunscrito a los convencidos de la revolución de los años ochente? ¿Cómo la leerán las personas que no tuvieron nada que ver con esa realidad?
Tal vez esto es importante para hablar de la biografía de la novela, cuando la escribí, como nadie ignora, yo trabajaba en el aparato de propaganda del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Yo sabía que como propagandista de la revolución siempre me había tocado escribir exponer y exaltar las virtudes de la revolución, pero eso no era la literatura. Cuando me tocó escribir literatura tuve que contrastar los mundos, los valores, las ideas, y ponerlas en discusión y en conflicto para que cada lector saque su propia conclusión. Yo no les puedo decir la verdad es esta, como se hace con la doctrina, una doctrina se expone. Esto es. Pero en una novela lo que vos tenés que hacer es poner a los personajes a discutir sobre todo, una novela tan dialógica como esa, en la que hay una serie de voces, sobrepuestas, superpuestas y opuestas, enfrentando al monólogo del poder, que eso era bien importante, porque el poder asume, en cualquier parte del mundo, el rol de la seriedad, en cambio la novela dialógica, trata de desestabilizar esa seriedad mediante la burla, la risa. Yo creo que eso fue lo que traté de hacer.
Hablemos del lenguaje literario, se hacen muchos guiños a la cultura popular de la época, al lenguaje popular, al lenguaje regional de los miskitos de los de creoles, pero también hay mucha música y hay un recorrido por la diferentes identidades de los nicaragüenses.
Bueno es que la novela para poder dirimir y discutir toda esa serie de valores en conflicto y no hacerla un tratado, un ensayo, tenía que buscar alguna solución era hacer un imaginario carnaval, o un festival en el que concurrieran distintos grupos sociales, distintos sectores culturales, desde distintas perspectivas y visiones, y que entraran y salieran, como se entra y sale en un carnaval, una vez como protagonista, una vez como espectador, y por eso la música juega un lugar y los bailes. En el carnaval, no hay policía, no hay ley, no hay nada, todo se desmonta, en cualquier carnaval del mundo, por eso cualquier carnaval dura un día porque esa es la única oportunidad que tiene el pueblo de reírse de sus opresores, con la participación de todas las manifestaciones culturales. Eso es lo que se ve en la novela, que en ese momento creado especialmente para la ficción, yo convoque a todas las culturas nicaragüenses, tanto los garífunas, los miskitos, los mestizos.
¿Cómo lees vos la novela veinte años después? Hay algunos datos premonitorios. Aparece la torre Trump, y ahora Trump es el centro del universo moderno. Hay personajes femeninos que se asemejan a quienes hoy ejercen el poder político en Nicaragua.
La volví a leer después que Alfaguara me informó que querían publicarla, no la había leído desde hace quince años, y pensé: "¿Y yo escribí esta novela?". Yo no podía creer que había sido obra mía, y trate de ver y de identificar, y me llamó la atención lo de Donald Trump, pero era porque el personaje estaba teniendo el talk show que tenía en los Estados Unidos, en la época en que lo escribí y desde entonces ya él era una figura del mundo de la farándula, y quien vivía en Nueva York y no tenía relación con Trump no era nadie.
La advertencia, al final de la novela, en ese epígrafe que dice: "Esta novela puede ser causa de enojos para algunos que la lean y a otros espero que la lean como una enseñanza y como un deleite". El autor, que sos vos, parece que está muy consciente de que alguien se podía enojar con esta novela…
Claro, sí, la escribí con miedo, te tengo que decir, obviamente, porque yo sabía que iba a tocar, en primero, dada mi vinculación con el movimiento sandinista desde 1970 y nunca había hecho una crítica, yo sabía con qué estaba jugando, pero cuando yo me decidí a escribir la novela, yo dije: "Esto tiene que quedar registrado, cómo se frustró el sueño de una generación", y la única forma de hacerlo era hacerlo a través de la novela, y lo que hice fue crear una ficción a partir de ella, y pensar, por supuesto, que había gente que se iba a molestar. Si hubo mucha gente que se molestó, que se sintió, y todavía hay personas que me reclaman y me dicen pero si vos eras el que predicaba. Pero yo nunca prediqué que repitiéramos el modelo de Somoza, nosotros luchamos para suprimir el somocismo no para reeditarlo y lo que estábamos ya ahí en 1981 era actuando como una fuerza militar de ocupación en una parte del territorio, imponiendo un proyecto político que no comprendían, los grupos de las etnias, porque estaba concebido desde una visión moderna de la sociedad que pasaba por suprimir las culturas tradicionales, entonces obviamente eso no iba a gustar.
*La entrevista de Erick Blandón en Esta Semana se transmite hoy domingo, a las 8 p.m. en Canal 12. Vuelo de Cuervos está disponible en librerías, en Nicaragua lo distribuye en Hispamer.