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“La Iglesia debería nombrar cardenal a monseñor Álvarez, en reconocimiento de su valor”

Sacerdote jesuita José María Tojeira: Monseñor Álvarez “está dando un testimonio extraordinario, su silencio en la cárcel es más potente que su voz”

Monseñor Rolando Álvarez

Monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa y administrador apostólico de Estelí. // Foto: Archivo | Confidencial

Carlos F. Chamorro

22 de octubre 2023

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El sacerdote jesuita José María Tojeira, exrector de la UCA de El Salvador y vocero de la Compañía de Jesús para Nicaragua, considera que el destierro de 12 sacerdotes nicaragüenses, expresos políticos, que fueron enviados a el Vaticano “es un síntoma de debilidad de la dictadura Ortega-Murillo”, porque tener sacerdotes encarcelados es una constante crisis para una dictadura que se autollama “cristiana y solidaria”, “es un grito permanente” de denuncia contra el régimen. 

En entrevista con Esta Semana que se transmite este domingo 23 de octubre a las 8.00 p. m. en el canal de YouTube Confidencial Nica, debido a la censura televisiva en Nicaragua, Tojeira destacó el “testimonio extraordinario desde la fe y de la ética personal” del obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, que está arriesgando su vida y su salud en la cárcel, condenado por supuesta “traición a la patria”, por criticar las violaciones del Gobierno a los derechos humanos. 


Tojeira abogó por una campaña de denuncia permanente contra está “condena bárbara” en la que la Iglesia demande su libertad, y agregó que para “reconocer el valor de este hombre, deberían nombrarle cardenal, que es una de las distinciones más importantes que tiene la Iglesia”. 

El jesuita de origen español, nacionalizado salvadoreño, advirtió que en Nicaragua, “hay suficiente potencial de conciencia en el pueblo y la gente, incluso reprimida y golpeada por el régimen, que está erosionando el poder de la dictadura”, que ha perdido apoyo entre sus propios partidarios. 

El sacerdote jesuita, José María Tojeira, exrector de la UCA de El Salvador y vocero de la Compañía de Jesús para Nicaragua. Foto: El Faro

Tojeira admitió que “es muy difícil opinar sobre el futuro de Nicaragua, porque no sabemos cuánto tiempo puede durar el régimen”, pero hay algo ahí “que está germinando, hay fuerzas moviéndose internamente, aunque no se manifiesten públicamente. Yo sí creo que es real y que el régimen ha llegado a una serie de contradicciones tan fuertes que por mucho apoyo militar que tenga, va a ser difícil que se mantenga”.

Entre la represión y la esperanza

En su artículo “Nicaragua: La represión y la esperanza”, usted describe la represión que se vive en el país y también la resistencia y la esperanza. ¿Cuál de estas dos fuerzas tiende a prevalecer? 

Cuando se sufre represión, lo más normal es que uno esté deprimido, pero también surge la esperanza, al ver que hay gente que resiste, al ver que el que sale se pronuncia, habla, al ver que sigue habiendo, a pesar de todos los esfuerzos por cerrar la libertad de palabra y la libertad de opinión, gente que se expresa, que condena la brutalidad con que se procede de parte del régimen Ortega-Murillo.

Entonces, yo creo que hay que tener un sentido de la historia más optimista. Es decir, las dictaduras terminan cayendo siempre. Claro, uno quisiera que cayera mañana, pero yo creo que hay suficiente potencial de conciencia en el pueblo nicaragüense y la gente, incluso reprimida y golpeada por el régimen, hay suficiente nivel de conciencia como para que eso esté erosionando el poder y esa fortaleza física que tiene la dictadura.

Primero eliminaron la competencia electoral, los partidos políticos, los liderazgos políticos y cívicos, las organizaciones no gubernamentales. Pero en los últimos meses la represión se ha enfocado contra los sacerdotes y religiosas de la Iglesia católica y se extiende contra la feligresía, contra las parroquias y las procesiones religiosas. ¿A qué atribuye usted esta embestida contra la Iglesia católica? 

Es que era tal vez el sector que sin ser tan competitivo como la oposición política, sigue en un nivel de creación de conciencia. Es una fuerza muy potente la Iglesia y el pensamiento diverso que hay en la Iglesia, la opinión de clérigos, laicos. Este es un régimen que no aguanta, no puede vivir con oposición porque está ya muy cerca de que cualquier oposición le gane. 

Tuvieron que eliminar a todos los partidos políticos para poder ganar las elecciones y quieren seguir manteniendo el poder, eliminando cualquier pensamiento político distinto o cualquier pensamiento religioso distinto, cualquier forma de expresión que signifique mínimamente oposición, por pequeño que sea.

Las Iglesias, porque también con los protestantes se han metido mucho, un buen número de pastores protestantes, entiendo que 60 también han sido, a lo largo de estos tres años, desterrados del país. A esa capacidad de creación de conciencia que tiene la Iglesia, se debe ese esfuerzo final de una dictadura que está ya, creo yo, en sus últimos tiempos, porque cada vez tiene menos respaldo, una dictadura que necesita eliminar toda oposición política para permanecer. Es una dictadura que está relativamente pronta a desaparecer.

El destierro de los 12 sacerdotes

Este jueves el régimen excarceló a 12 sacerdotes que estaban presos políticos, algunos ya estaban condenados, otros habían sido secuestrados recientemente y los desterró hacia Roma. El Vaticano dice que aceptó recibirlos, pero que no hubo ninguna negociación, no hay ningún cambio en el Estado policial, que se mantiene en contra de los ciudadanos y de la Iglesia católica. ¿Qué significa esta excarcelación? 

Es un síntoma de debilidad de la dictadura. Tener sacerdotes encarcelados es una constante crisis para una dictadura que habla de que es cristiana, socialista, solidaria.

Ellos mismos decían, “por respeto a la Iglesia católica los estamos soltando”, en el comunicado que hicieron. No es por respeto, es porque tenerlos presos es un grito permanente. 

En ese sentido, sí es él el que ha decidido quedarse, monseñor Álvarez, me parece que está dando un paso muy importante porque su encarcelamiento silencioso, aislado, es un grito permanente internacional de la brutalidad de la dictadura. Yo creo que le hace más daño a la dictadura, estando preso, callado y silenciado que cuando libremente podía hablar en contra de la dictadura. 

Los han soltado por eso y  les molesta que el obispo no quiera salir del país. Y yo creo que es un paso importante, tanto desde la fe como desde la opción ética personal, que es importante para hacer conciencia de lo que pasa en el país. 

¿Cómo se ve este testimonio de monseñor Álvarez? Él está condenado a 26 años de cárcel por delitos fabricados que nunca ha cometido. Ha sido finalista en el Premio Sájarov de Libertad de Conciencia con la doctora Vilma Núñez de Escorcia y él reclama su libertad incondicional. El propio papa Francisco ha dicho que respeta su testimonio. 

Para mí es un gran testimonio. Su silencio es más potente que su voz. En algún momento he dicho que si algo quisiera hacer la Iglesia de reconocimiento del valor de este hombre, deberían nombrarle cardenal, que es una de las distinciones más importantes que tiene la Iglesia. Y un acto de confianza en un hombre que está arriesgando salud, ante una decisión injusta de la dictadura, está arriesgando su propia vida y su propia salud, tanto personal, física como psicológica. 

Creo que la Iglesia debe reconocerlo, insistir en el tema, debe tener libertad. A una persona que condenan a 26 años por “traición a la patria”, ¿qué significa eso? Uno entiende que en una guerra puede haber traición a la patria, pasando secretos oficiales al enemigo, pero sólo por decir que este Gobierno comete tales violaciones de derechos humanos, ¿eso puede ser traición a la patria? ¿Quién se cree el Gobierno? Confunden Gobierno con patria. Es tan absurdo lo que han hecho con él, que no sabe uno cómo reaccionar. Pero sí, el testimonio de él es extraordinario.

Frente a este encarcelamiento de monseñor Álvarez, la Iglesia católica en Nicaragua, o por lo menos la Conferencia Episcopal, se mantiene en silencio, dicen que por temor a represalias. Algunos sacerdotes que han invocado su nombre en las parroquias estuvieron entre los detenidos en estas últimas semanas. ¿Cómo valora usted la reacción a nivel internacional de las Iglesias, del Vaticano, y de la comunidad internacional? 

Ha habido algunas manifestaciones importantes de conferencias episcopales de Europa, de América Latina, en defensa de monseñor Álvarez. Eso indudablemente es importante. Pero yo creo que ese tipo de condena y de reflexión sobre el encarcelamiento de él deberían ser más constantes. No basta decir que lo que ha hecho el sandinismo es malo con este obispo, sino que hay que repetirlo, permanentemente, porque él sigue allí. Y realmente dentro del término de los derechos humanos se dice que las desapariciones son delitos permanentes hasta que no se logre la aparición, vivo o muerto, de la persona. Monseñor Álvarez no está desaparecido, pero una prisión injusta es un delito permanente, y hay que señalarlo continuamente. Es como el tema de los desaparecidos, no se puede dejar pasar, hay que seguir insistiendo. Él está con una condena bárbaramente injusta, porque 26 años por nada, es una locura, jurídicamente hablando. Entonces uno dice, bueno, esto no lo podemos olvidar y no lo podemos callar. Y creo que es importante que estructuras importantes de la Iglesia como conferencias episcopales, obispos que tienen personería pública, se pronuncien con frecuencia. Es muy importante eso.

Con este último destierro de sacerdotes ya suman 84 sacerdotes, entre ellos 20, que son exreos políticos que han sido exiliados, desterrados o que se les ha impedido regresar al país y más de 70 religiosas. Estamos hablando de más de 150 sacerdotes y religiosas. ¿Hay algún precedente sobre este tipo de situaciones en la región en las últimas décadas? 

Yo no recuerdo. Recuerdo, claro, asesinatos en la región y salidas de algunas personas. Pero una expulsión sistemática de ese tamaño, no. 

El sandinismo no ha sido tan brutal como lo fueron otros en el terreno del atentar contra la vida, pero sí el atentar contra la libertad. Ha sido más sistemático, más típico de una dictadura policial y represiva que otros momentos. Yo viví el asesinato de seis jesuitas y dos colaboradoras en la UCA de El Salvador, y tenía libertad de expresión, así que yo podía decir que fueron los militares, y no me pasó nada. Ni siquiera me echaron del país. En cambio, allí es más difícil en Nicaragua, porque ellos lo que hacen es no eliminar la vida, porque eso llama la atención y crea más críticas, sino expulsar gente y expulsan sabiendo que la gente a veces ya fuera, tiene que empezar a buscar un nuevo trabajo, una nueva realidad y la vida los absorbe y a veces les impide seguir trabajando. Ustedes los periodistas tienen la convicción de que tienen que seguir informando de su propio país y mantienen ese fuego de la verdad. Eso me parece a mí muy importante, pero la mayoría de los opositores políticos una vez fuera, pierden un poco el impulso porque tienen que dedicarse a vivir y a caminar. Y lo mismo los sacerdotes. Pues un sacerdote sin trabajo es un problema personal. Entonces pues tienen que empezar a trabajar y el trabajo le absorbe a veces mucho a uno, como para poder seguir activo. Quedan muy aislados porque tampoco están en conexión con otras personas. Entonces ese tipo de represión tal vez es más inteligente y menos brutal, pero ha sido mucho más sistemática de parte del Gobierno nicaragüense que de otros gobiernos, incluso en tiempos peores de represión brutal, de Ejércitos matando gente.

¿Cómo se encuentra la comunidad jesuita en Nicaragua después de la confiscación de la UCA y después de la cancelación de la misma Compañía de Jesús? ¿Pueden seguir brindando sus servicios religiosos, educativos, sociales?

Seguimos teniendo dos colegios y Fe y Alegría, esta red de escuelas donde no llega el asfalto, como suelen decir ellos, están trabajando tranquilos, siempre preocupados porque nunca sabe uno lo que puede pasar al día siguiente. Pero son gente recia, gente animada, trabajadora. Dios sabe lo que tienen que hacer y lo siguen haciendo. Y confían en que quienes estamos fuera pues ayudemos a empujar un cambio que yo creo que se está cociendo, está germinando dentro también.

A pesar del silencio, hay una opción interna de hablar poco o de no hablar nada para evitar perder fortaleza interna, porque es lo que tratan la dupla Ortega-Murillo de hacer, es que la Iglesia no tenga fuerza dentro del país. Yo creo que la mera presencia ya es fuerza. A mí no me no me escandaliza, que haya mucho silencio, incluso de la jerarquía en Nicaragua, porque yo creo que quieren permanecer dentro para que la gente los vea y se fortalezca con la presencia de ellos, aunque sea una presencia también silenciosa. Así lo interpreto yo. Creo que es importante permanecer y seguir trabajando como si no pasara nada, porque la presencia es fuerza, verdad y la presencia es ánimo para la gente también. Y hay mucha gente que confía en los sacerdotes, en las monjas, en la jerarquía.

Las opciones para los estudiantes de la UCA confiscada

¿Qué ha pasado con los estudiantes de la Universidad Centroamericana? Después de la confiscación, el Gobierno creó una universidad estatal, la Casimiro Sotelo, que está cerrada de forma indefinida. Las universidades jesuitas de Centroamérica anunciaron opciones para que los estudiantes pudieran continuar estudiando en ellas y en otras universidades jesuitas de la región. ¿Hay alguna decisión concreta, un calendario de la posibilidad de reiniciar sus estudios?

Ya hay algunos aquí, tanto en El Salvador como en Guatemala, en las universidades nuestras, pocos, pero hay algunos. Ahí sigue el trabajo. Inicialmente se comunicaron con nosotros pidiendo alguna forma de ayuda para estudio, para el traslado de materias. Un poco más de 4000 estudiantes de la extinta UCA. Algunos tenían muy poca posibilidad de venir e incluso más difícil conseguir una beca. Nos fuimos concentrando en los grupos a partir del tercer año de carrera, porque nos parecía más necesario trabajar con ellos y con algunos también que se habían manifestado públicamente en algún momento, que si seguían en la propia universidad, podrían ser reprimidos, marginados o perseguidos. 

Ahora hay un conjunto de 2300 alumnos y se está trabajando todo el tema de las convalidaciones. Generalmente, no hay dificultad de reconocer materias más o menos iguales. Y se está trabajando también en el tema, que es tal vez el más complicado, de no solamente la convalidación sino el tiempo que tienen que hacer especialmente los de los últimos años, porque la ley aquí prácticamente exige que, si alguien cambia de universidad, en la nueva universidad para graduarse, tiene que hacer al menos un año de carrera. A los que les falta un año, no tendrían ningún problema, pero los que le faltan medio año, los que les falta la tesis o los que incluso tenían ya la tesis terminada y entregada y sólo les faltaba recoger el título, para ellos hay una dificultad muy grande en la legislación, tanto de El Salvador como de Guatemala.

Había ya 200 personas que podían integrarse perfectamente en cualquiera de las universidades porque tenían la constancia de las notas, las tenían certificadas, las tenían apostilladas. 

Para reconocer una materia tiene que venir también y que la reconozcan en los ministerios de Educación de los respectivos países, tienen que estar las materias adecuadamente certificadas. Entonces hay alumnos que tienen problemas para sacar una certificación de materias de la Casimiro Sotelo, porque está cerrada y no atienden para nada a estudiantes. Otros pues no saben ni siquiera si se la van a dar o no la certificación. Hay mucha inseguridad en los muchachos. Nosotros estamos tratando de poder certificar por nuestra cuenta las materias que han hecho los muchachos, pero se necesita realmente pruebas claras, no de parte nuestra, sino de parte de los sistemas educativos de otros países.

Entonces hay algunos, sobre todo los del último año, que podrían tener la dificultad de que su carrera duraría un año más de lo previsto. Es la dificultad máxima, una vez superados los inconvenientes burocráticos. 

También hemos tenido una campaña de recolección de dinero con el tema de la UCA. Hay una cantidad no demasiado grande, pero la cantidad al menos para empezar, yo creo que es suficiente. Habría que seguir con la campaña y tratando de motivar fuertemente para conseguir aportación económica, para dar becas que implique el costo universitario y que impliquen también lo suficiente para sobrevivir en tierra extraña.

¿Pero todo esto que está describiendo es para insertarse en el curso académico a inicios del próximo año o es posible empezar ahora en noviembre? 

No, sería ya el próximo año. En noviembre no se puede porque no se puede entrar de repente en materias que ya se están dando o que han comenzado. Aquí el semestre normalmente empieza a principios de agosto, y una vez que empiece el semestre, si fueran 15 días pueden entrar, pero si han pasado ya dos meses o tres, es imposible. 

El autoritarismo en Centroamérica

Volviendo al inicio de esta conversación sobre su reflexión de Nicaragua entre la represión y la esperanza, cómo se ve desde la región, en El Salvador, donde existe un proceso también de consolidación autoritaria, en Guatemala, donde hay una gran incertidumbre y también en Honduras. Algunos dicen –Nicaragua es un espejo en el que se ven los regímenes autoritarios. Otros dicen –Nicaragua también tendrá una salida democrática.

La mayoría de la gente con la que yo he hablado está preocupada por la realidad de Nicaragua y tienen también esa preocupación del autoritarismo se extiende como una plaga por una buena parte de América Latina y aquí en Centroamérica, en nuestros cuatro países más norteños, es una realidad que hay un avance del autoritarismo. Sin embargo, la gente ve que el autoritarismo de Nicaragua es muy fuerte, pero que eso tiene que disolverse pronto. Y no creen que nuestros países vayan a evolucionar de un modo exactamente igual al de Nicaragua.

Por ejemplo, Guatemala no tiene la capacidad de tener un Estado policial tan rígido y tan fuerte como ha tenido Nicaragua. Lo mismo Honduras. El Salvador tiene un poco más de capacidades para tener un Estado policial, pero no tiene el presidente el respaldo para crear una realidad como la nicaragüense. 

Entonces la gente está preocupada por la situación de Nicaragua y está esperanzada de que lo de Nicaragua colapse pronto, como un inicio de ruptura de estas tendencias autoritarias que ha habido en el resto de nuestros países. 

Hay esperanza, porque no se explica que pueda durar tanto ese tipo de régimen, que acaba dañando a sus propios partidarios. Muchos funcionarios del Gobierno nicaragüense tenían sus hijos en la UCA, o en la otra universidad de maestrías, en el INCAE, entonces se sienten mal. Hay gente que es católica entre los sandinistas y no dejan de preguntarse, al menos interiormente, si esto que se está haciendo es legítimo o no. 

Entonces uno piensa que hay algo que está ahí tejiéndose, que está germinando, que no lo vemos, pero que existe.

A mí incluso me contaba un amigo que conoce bien la situación interna de la Iglesia de Nicaragua, y me recordaba a las iglesias clandestinas. Ese ambiente de clandestinidad de la Iglesia en medio de un régimen autoritario, yo creo que lo mismo que pasa en la Iglesia puede pasar en otros sectores profesionales e incluso militares. Porque la situación oprime a mucha gente. Vamos a ver qué pasa. Es muy difícil opinar sobre el futuro de Nicaragua porque no sabemos cuánto puede durar el régimen ese, pero sí que hay fuerzas moviéndose internamente, aunque no se manifieste públicamente. Yo sí creo que es real y que el régimen ha llegado a una serie de contradicciones tan fuertes que por mucho apoyo militar que tenga, va a ser difícil que se mantenga. 

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Carlos F. Chamorro

Carlos F. Chamorro

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Fundador y director de Confidencial y Esta Semana. Miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha sido Knight Fellow en la Universidad de Stanford (1997-1998) y profesor visitante en la Maestría de Periodismo de la Universidad de Berkeley, California (1998-1999). En mayo 2009, obtuvo el Premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, de Casa América Cataluña (España). En octubre de 2010 recibió el Premio Maria Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. En 2021 obtuvo el Premio Ortega y Gasset por su trayectoria periodística.

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