22 de enero 2024
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La violencia sistemática contra líderes religiosos y feligreses —a través de persecución, encarcelamientos y destierros— pretende justificarse a través de un “discurso de odio” contra la Iglesia católica, que promueve en sus monólogos diarios a la prensa oficial la vicepresidenta y vocera del régimen Rosario Murillo.
Esta campaña evidencia cómo la dictadura Ortega-Murillo intenta “aniquilar” y “desaparecer” a la Iglesia católica de Nicaragua, tras no poder doblegar a sus sacerdotes, según investigadoras nicaragüenses Martha Patricia Molina y Mildred Largaespada, entrevistadas en el programa Esta Semana.
“Desde siempre la dictadura ha querido aniquilar por completo a la Iglesia católica e instaurar su propia ‘religión’, en donde los dioses son únicamente Daniel Ortega y Rosario Murillo. Y como no han logrado doblegar a ninguno de los clero de las diversas diócesis, ni a todos los obispos, entonces necesitan aniquilar a la Iglesia, desaparecerla”, opina la abogada e investigadora Martha Patricia Molina, ganadora de un premio internacional otorgado por el Departamento de Estado de Estados Unidos, por su defensa de la libertad religiosa.
“Es un reconocimiento muy importante que el Gobierno de los Estados Unidos de continuidad a todas las agresiones que está cometiendo la dictadura sandinista en contra de la Iglesia católica nicaragüense. Y sé que han leído una a una las páginas que he escrito en cada uno de mis informes y creo que esto va a ser un paso más para que la comunidad internacional se entere de lo que está sucediendo actualmente en Nicaragua”, dijo Molina en relación con el premio.
Murillo le habla a sus fanáticos
Al analizar el lenguaje y los discursos de odio de la vicepresidenta, “Murillo deja ver la rabia que hay en cada uno de sus epítetos y que responden al resentimiento por el rechazo generalizado hacia su dictadura”, considera la periodista e investigadora en comunicación, Mildred Largaespada.
“Una frase que aparece en el texto que se publicó en CONFIDENCIAL es: ‘irradian malignidad’. O sea, utilizar irradiar es una palabra superpositiva que solamente tiene esa capacidad alguien que tenga fuerza de luz. Entonces, hay contradicciones en el sentido de que admira, pero ensucia a la misma vez. Ella se siente muy defraudada porque tiene a toda la sociedad en contra y a todos los grupos que la critican”, valora Largaespada.
Estos mensajes de odio no van dirigidos a la sociedad nicaragüense, sino a sus seguidores y fanáticos en un intento por manipular o promover el rechazo a la Iglesia para justificar la represión, de acuerdo con Largaespada.
“Ella cuando se planta a dar su discurso diario, no dice la sociedad nicaragüense o el pueblo de Nicaragua o los nicaragüenses. Ella dice compañeros militantes. Es una manera de ‘aleccionarlos’ cada día con un cierto tipo de vocabulario, porque ella insiste en conseguir que toda la gente deshumanice a los otros”, considera.
Discursos de odio promueven la represión
La investigadora en temas religiosos, Martha Patricia Molina, agrega que “el discurso de la pareja dictatorial hay que entenderlo al ‘revés’ y que cuando ellos están hablando de paz, hablan de guerra y que cuando están hablando de amor realmente lo que están haciendo es odio”.
“Ninguna persona que sienta amor a su prójimo o que se autodetermina católica, cristiana, socialista y solidaria, va a realizar todo el daño que ellos han hecho”, opina.
Molina subraya que el discurso de odio “lo único que hace es, además de inculparse, alentar a todos sus seguidores a que continúen esta persecución (...) Entonces, todo lo que se haga en contra de la Iglesia católica es producto del mensaje que ella está mandando y también las órdenes directas particulares que da”.
A diferencia de otros países en los que también aplican discurso de odio a través de terceros, en Nicaragua es desde la Presidencia que se maneja este tipo de violencia verbal que generalmente antecede o precede la represión física.
“Casi siempre en otras sociedades autoritarias esta indulgencia verbal no la dice el presidente autoritario, sino que se delega a otro tipo de personajes. En este caso, Rosario Murillo y Daniel Ortega no delegan la violencia verbal, sino que ellos son los principales emisores”, agrega Largaespada.
Iglesia debe reinventar su proyecto evangelizador
La represión hacia la Iglesia no cesa. Cada semana son más los religiosos que son desterrados o deciden irse de Nicaragua por temor. Lo cual ha provocado que decenas de parroquias se queden sin sacerdotes.
“Cada momento están saliendo más sacerdotes al exilio. Solamente esta semana me han reportado cinco nuevos exilios de sacerdotes, también de religiosas que en su momento vamos a dar a conocer también a los medios de comunicación. Esto es un golpe muy fuerte para los laicos y también para la Iglesia católica”, destaca Molina.
La reducción de sacerdotes afectaría los programas de evangelización del país, por lo cual —plantea Molina— la Iglesia debería replantearse cómo seguir.
“El proyecto de evangelización tiene que continuar. Las casas de formación siguen egresando a seminaristas que posteriormente van a ser ordenados por su respectivo obispo y creo que en este momento la Iglesia católica nicaragüense se debe de replantear todo este proyecto de evangelización a futuro porque la dictadura sandinista no va a cesar esta persecución”, valora.
Nuevo rol para sacerdotes exiliados y desterrados
La investigadora en temas religiosos cree que, en el caso de los 15 sacerdotes y dos obispos recién desterrados de Nicaragua, ellos deberán buscar la forma de continuar su ministerio sacerdotal por su cuenta. No cree que el papa Francisco les encomiende algún nuevo rol.
“Más allá de esa liberación o de ese exilio forzado, creo que ellos van a tener que buscar por su propia cuenta qué es lo que van a realizar a futuro, porque no he visto que a ninguno de los sacerdotes que haya sido exiliado, Roma le haya encomendado una misión particular” tal como ocurrió con monseñor Silvio Báez, señala Molina.
Sin embargo, destaca que las conferencias episcopales de Estados Unidos y de Costa Rica han dado acogida a los sacerdotes. Porque varios de ellos “ya están ejerciendo su ministerio sacerdotal en las misiones que les fueron encomendadas”.
