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“Cruzar” irregular a Costa Rica: Así arriesgan la vida los migrantes nicas

Norma emigró para trabajar y construir su casa, pero la mataron en un punto ciego de la frontera, ahí acechan redes criminales cada vez más peligrosas

Norma emigró para trabajar y construir su casa

Cindy Regidor

22 de mayo 2021

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Cuando Marbelly Saravia dejó a su hermana Norma frente a los naranjales sintió “una cosa fea”. Faltaban 20 minutos para las seis de la mañana del martes 30 de marzo, llovía y el lugar estaba desierto. Era un “punto ciego” de la frontera entre Nicaragua y Costa Rica, en la zona del puesto fronterizo San Pancho, Las Tablillas, entre San Carlos, Río San Juan de Nicaragua; y Los Chiles, Alajuela de Costa Rica. 

Fue la última vez que vio a su hermana con vida. Norma había salido dos días antes de su casa en Boaco a Managua, de allí partió a San Carlos en Río San Juan. El día del viaje se despertaron a las 4:30 de la mañana y salieron en taxi con las pesadas maletas de las que habían estado comentando la noche anterior. “¡No te las vas a aguantar!”, le dijo en broma Marbelly a su hermana de 59 años.

Esperaron cerca de un alambrado donde se encontraba un “coyote”.

-Mire, yo la puedo llevar-, recuerda que le dijo el hombre de nombre Roberto.


- ¿Y en cuánto la llevas a ella?, le preguntó Marbelly. 

- En diez mil colones. Pero no me paga a mí, le paga al coyote allá, ya cuando esté montada-, dice que le contestó Roberto. 

Al rato llegó más gente, una muchacha, una señora con sus dos niños y un muchacho. Entonces Marbelly se despidió. “‘Hermana, ya me voy’, le dije. Nos dimos un abrazo y yo sentí una cosa fea, pero hasta ahí. Le dije: ‘En cuanto llegues allá, me llamás’”.

Marbelly caminó y volteó a ver para atrás llorando por la despedida. Vio a Norma, que se había quitado sus lentes y también estaba llorando. 

Los familiares de Norma Rosa Saravia, la migrante nicaragüense desaparecida desde hace 14 días, confirmaron que hallaron su cuerpo en la zona fronteriza entre Nicaragua y Costa Rica. Foto: Cortesía

Norma había planeado el viaje desde febrero. Iría a vivir a Costa Rica por segunda vez. Antes había permanecido allí durante nueve años, trabajando como empleada doméstica, hasta que regresó a Nicaragua para realizarse una cirugía. 

“Ella me decía: ‘Aquí yo mucho me enfermo, mucho me aflijo, estoy gorda, mientras que allá voy a hacer ejercicio’”. Se refería a la actividad física que implicaría su trabajo, otra vez como asistente del hogar, en Alajuela, donde la esperaba la hija de su jefa anterior. Le pagarían 400 dólares mensuales, de los que ahorraría 300, ya que el trabajo sería “con dormida adentro”, así que no incurriría en mayores gastos. 

En Nicaragua no trabajaba. Sus hijos, cuatro mujeres y un varón, también iban y venían entre Nicaragua y Costa Rica, y la apoyaban económicamente según sus posibilidades. Pero a ella no le gustaba, prefería tener su propio dinero.

El sueño de construir su casa 

Su sueño era construir su casa. Ya su hija le había regalado algunos materiales y con lo que ahorraría en Costa Rica iría comprando el resto. Con el plan trazado partió, pero no le dijo a sus hijos, pues pensó que no la dejarían ir. 

Fue por eso que resultó una sorpresa para Mariela, una de sus hijas, encontrársela ese 30 de marzo en “la pasada” entre Nicaragua y Costa Rica. Mientras Norma iba, Mariela regresaba de Costa Rica junto a su hija de 13 años. La intentaron convencer de que se regresara a Nicaragua con ellas, pero no quiso. Siguió su camino. Eran las 8:30 de la mañana cuando la vieron por última vez. 

“A las 8:40 yo la estuve llamando”, cuenta Marbelly. Después siguieron los mensajes: “Hermana, ¿cómo está todo?, ¿dónde estás?, “Hermana, si estás en peligro, pedí ayuda”. Pero no hubo respuesta.

Días de angustia

Así inició una búsqueda liderada por los familiares de Norma. Desde el primero de abril Marbelly y las hijas de Norma se movieron a la zona, pidieron ayuda a Migración de Costa Rica, al Ejército de Nicaragua. Luego algunos medios locales difundieron el anuncio de su desaparición. 

En algunas ocasiones miembros del Ejército acompañaron a Marbelly y también contó con la autorización de policías de Costa Rica para entrar a territorio tico a indagar con la foto de Norma, relata. 

Durante la búsqueda se encontraron personas que reaccionaron de forma extraña, unos que le decían que hacia la montaña había “un tigre chingo”, que tuvieran cuidado, que mucha gente se perdía allí. Otros que decían conocer a Roberto, el “coyote”, pero que no lo habían visto.

Hasta que apareció la ropa de Norma. El domingo 11 de abril a Marbelly la llamaron y le enviaron fotografías de un pantalón, una blusa de Norma, tirados en el camino por el que ya la habían buscado varias veces. “Yo ya me descompensé, perdí la esperanza”, recuerda.

Ese día llegó la Policía de Nicaragua e inició la búsqueda formal. Al día siguiente incorporaron la técnica canina y encontraron más pertenencias de Norma:  "Su cartera, como desflorada, unas cuajaditas, un pinolillo, su blusa; y como a un kilómetro, sus chinelas”, recordó Marbelly. 

El martes 13 de abril se sumaron 30 personas que llegaron de Boaco a reforzar la búsqueda. Fueron ellos, junto con miembros del Ejército, los que hallaron el cuerpo sin vida. Tras 14 días de angustia, apareció Norma en el sector llamado Reserva Esperanza Verde en el cordón fronterizo, a cuatro kilómetros de la línea imaginaria, en territorio nicaragüense. 

El coyote, principal sospechoso

Roberto Reyes Sequeira, acusado de robo y asesinato agravado en perjuicio de la migrante nicaragüense Norma Saravia. Foto: Redes sociales.

Las autoridades en Nicaragua informaron que el principal sospechoso de la muerte de Norma es Roberto Reyes Sequeira y pidieron el apoyo del Gobierno costarricense para su búsqueda y captura. 

El 28 de abril pasado se dio la entrega del hombre, justo en San Pancho, Las Tablillas, donde Marbelly vio a su hermana por última vez. Reyes fue remitido a la Dirección de Auxilio Judicial en Managua. 

El examen forense practicado en Managua arrojó que Norma murió producto de asfixia mecánica. A Reyes se le acusa de tráfico de migrantes y por los delitos de asesinato y robo agravado.

Marbelly llora la muerte de su hermana y reclama la falta de atención hacia desapariciones y otros abusos de los que son víctimas los migrantes, en especial mujeres y niños. Debe haber un esfuerzo “serio y tiene que ser bilateral”, dice. 

Ella vive hoy su luto, pero entre sus planes está trabajar para que se construya una alerta especial cuando haya la desaparición de personas en la zona fronteriza, aunque tiene miedo, dice. Después de lo que vio en la búsqueda de su hermana, cree que ahí operan redes peligrosas, personas mafiosas y otras cómplices. 

Redes criminales que evolucionan

Marbelly tiene razón. Lo confirma José Pablo Cortés, investigador de la Unidad de Investigaciones de la Policía Profesional de Migración de Costa Rica. 

El trabajo de la Unidad indica que en la zona de La Cruz, en Guanacaste, y Las Tablillas, en Alajuela, operan personas que se dedican al narcotráfico, al contrabando de mercancías y al tráfico ilícito de migrantes, a veces al mismo tiempo. 

La zona de Conventillos, entre La Cruz, de Costa Rica, y San Juan del Sur, de Nicaragua, otro punto ciego de la frontera. Foto: César Arroyo Castro para el especial 365 días de hambre en la frontera cerrada por la pandemia de covid-19.

Es el caso de Roberto Reyes Sequeira, el principal sospechoso de la muerte de Norma, nicaragüense con residencia costarricense, que actualmente enfrenta la acusación formal en Managua. Las autoridades costarricenses informaron que en 2013  fue sentenciado con pena de seis años por venta de drogas.

Estas organizaciones se están volviendo más grandes y más fuertes, dice Cortés. Además, algunas han “mutado”. Si antes traficaban droga, ahora trafican migrantes.

Cortés explica que aunque un coyote solo cobre 10 000 colones (unos 16 dólares) por cruzar a un migrante, el “negocio” es lucrativo por el volumen de “la demanda”. “En un puesto (punto ciego) pueden estar cruzando unas 500 personas de manera ilegal... a diez mil colones en un día, estamos hablando de una cifra muy, muy alta”, ejemplifica.

Además, cobran a los migrantes en dependencia de su nacionalidad y trayecto. A los migrantes extracontinentales, -que inician su travesía desde África o Asia-, pueden llegar a cobrarles hasta 15 000 dólares en total.

Cortés también confirma la sospecha de Marbelly sobre las complicidades en la zona, incluyendo las de algunos oficiales de la Policía y puso como ejemplo un operativo en 2020 en La Cruz de Guanacaste, cuyo resultado fue la detención de cinco policías que estaban coludidos con los traficantes, con los que coordinaban los cruces de los migrantes. 

El doble de capturas de traficantes de migrantes

Las autoridades costarricenses intensifican sus investigaciones y operativos, pero también las redes criminales crecen significativamente. “Llego hoy, detengo a cinco personas de una estructura y mañana esas cinco son plazas nuevas y hay otra estructura con cinco personas en el mismo puesto”, explica Cortés.

De un año para otro los casos de este tipo se duplicaron en Costa Rica. En 2019, hubo 21 investigaciones en torno al tráfico ilícito de migrantes; en 2020, hubo 45 casos judicializados en los que se detuvo a 75 personas y se realizaron 30 allanamientos, detalla Cortés.

Gentíos que van y vienen 

Migrantes cruzan entre la frontera de Nicaragua y Costa Rica, en la zona de Los Chiles. Foto: Gerall Chávez/ Nicaragua Actual

“Hay como una ingenuidad. La gente ahí se va... son gentíos. Esa gente desde que ingresa a ese naranjal queda en vulnerabilidad y quedan a merced del coyote, que no saben ni quién es”, comenta Marbelly.

Se refiere a la cantidad de nicaragüenses que van y vienen entre Costa Rica y Nicaragua por los numerosos puntos ciegos existentes en esa frontera descrita como “porosa”. Son 309 kilómetros de potreros, fincas de ganado, de cítricos y otros cultivos, de ríos y montañas por donde cruzan los migrantes diariamente. 

Aumentan los cruces irregulares con la pandemia

“¿Cómo está la pasada?” es una pregunta constante en los grupos de redes sociales en que interactúan los nicas en Costa Rica que planean cruzar la frontera de forma irregular. 

De marzo de 2020 a marzo de 2021, las fuerzas policiales ticas rechazaron el ingreso de 26 319 personas entre Nicaragua y Costa Rica. La cantidad de personas rechazadas se duplicó en ese periodo, cuando aumentó la vigilancia en las fronteras terrestres ticas como medida de contención de la pandemia. 

Sí, los cruces irregulares son muy frecuentes y han aumentado tras el inicio de la pandemia, explica Adilia Eva Solís, presidenta del Centro de Derechos Sociales de la Persona Migrante (CENDEROS).

Agrega que las principales razones son económicas, pues muchos migrantes calculan que es más barato pagar a un “coyote” y a otros medios de transporte informal, aunque a veces más bien sale más caro porque los cobros son arbitrarios. 

También hay quienes viajan así porque no tienen los documentos necesarios: un pasaporte, una visa de turismo que cuesta 32 dólares, o el seguro médico que ahora exige Costa Rica como parte de sus medidas sanitarias. Por cada día de estancia en suelo tico, el turista debe pagar desde 11 dólares aproximadamente.

Hay quienes desean pasar de Costa Rica a Nicaragua y no tienen para pagar una prueba de covid-19, cuyo resultado negativo exige el Gobierno nicaragüense. Hacerse ese examen puede costar de 80 dólares en adelante. 

Los peligros en “la pasada”

Pagar a un “coyote” y cruzar por un punto ciego puede parecer sencillo y seguro, pero en realidad los reportes de migrantes describen una serie de abusos de los que han sido víctimas en la frontera entre Nicaragua y Costa Rica, explica Solís. “Hay muchísimos reportes de violencia sexual. Es el mayor peligro para las mujeres, e incluso las niñas y niños”, agrega.

Las amenazas, agresiones y robos son también comunes. A veces sucede que los “coyotes” los abandonan en el camino, les roban sus pertenencias y los dejan en las carreteras o caminos.

Cortés agrega otros riesgos, como la trata de personas cuyas principales víctimas son mujeres. En ocasiones, a los migrantes les dan un bolso con droga para que lo crucen, les dan dinero para que pongan la droga en sus partes íntimas. “Ahí corre un riesgo mayor, porque si la persona migrante trae droga, ya no es catalogado migrante, sino que ya hablamos de tráfico internacional de drogas”, explica.

Los “coyotes” cuentan con el silencio de sus víctimas. Solís explica que los migrantes no reportan estos incidentes a las autoridades por temor a ser devueltos, al haber cruzado y entrado al país de forma irregular. 

La mirada que hace falta

Solís lamenta la muerte de Norma y que desde los gobiernos de Nicaragua y de Costa Rica prevalezca una mirada de seguridad y de soberanía sobre lo que ocurre en sus fronteras, en vez de priorizar la protección de la vida de las personas migrantes.

La muerte de Norma expone lo que arriesgan quienes no ven más opción que emigrar de forma irregular, pero además, refleja por qué lo hacen: por reunirse con sus familias, en busca de estabilidad, por seguridad, por un trabajo para lograr una aspiración básica, como construir una casa en la cual vivir sus últimas décadas de vida. 

“Tenemos derecho a no migrar, a contar en nuestro país con las condiciones necesarias para no tener que salir de esta manera, ni por razones políticas ni por razones económicas”, expresa Solís, recordando que además de los cientos de miles de nicas que han salido de su país a buscar empleo, está el reciente flujo de decenas de miles que huyeron de la crisis sociopolítica que inició en 2018.

“Del lado costarricense también debería haber mayor protección y mayor acceso a los procesos de regularización” para los migrantes, considera. 

Mientras tanto el gentío va y viene entre los dos países, entre peligros inadvertidos, arriesgando la vida en “la pasada”. “Ya mi hermana falleció, ya no está. Que se regule esa situación de vulnerabilidad en que están muchas personas. Muchas mujeres se van sin saber los riesgos. Se tiene que hacer algo para evitar las muertes”, clama Marbelly. 

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Cindy Regidor

Cindy Regidor

Periodista nicaragüense desde 2007, con experiencia en prensa escrita, televisión y medios digitales. Tiene una especialización en producción audiovisual y una maestría en Medios de Comunicación, Estudios de Paz y Conflicto de la Universidad para la Paz de las Naciones Unidas. Fundadora y editora de Nicas Migrantes, proyecto por el cual ganó el Impact Award 2022 del Departamento de Estado de EE. UU. Ha realizado coberturas in situ en Los Ángeles (Estados Unidos), México, El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Costa Rica. También ha colaborado con France 24, The Guardian, Al Jazeera, BBC World Service. Ha sido finalista y ganadora de varios premios nacionales e internacionales, entre ellos el Premio Latinoamericano de Periodismo de Investigación Javier Valdez, del Instituto Prensa y Sociedad (IPYS), 2022.

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