30 de septiembre 2023
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Santos Bellorín añora su vida “tranquila” en la comunidad rural Santa Teresa de Guasuyuca, del municipio de Pueblo Nuevo, en Estelí, a más de 230 kilómetros de Managua. La dictadura lo encarceló y condenó por delitos fabricados y sin derecho a la defensa en noviembre de 2021 y en febrero de 2023 lo excarceló y expulsó del país junto a otros 221 presos políticos. Ahora “sobrevive” en Nueva Jersey, Estados Unidos, una urbe que lo hace sentir “muerto” en vida.
Por más reproches y preguntas que hace, Santos Bellorín no encuentra la respuesta: ¿por qué la dictadura lo encarceló, y lo desterró?
El campesino reconoce haber sido siempre un opositor al sandinismo, pero asegura que nunca participó de alguna protesta de la rebelión cívica de abril de 2018, ni en los años posteriores. Siempre se dedicó a sus actividades y negocios agrícolas, y a la pulpería familiar.
Fue detenido “con engaños” el seis de noviembre de 2021 y condenado a once años de cárcel: seis por supuesta conspiración y cinco por presuntamente propagar noticias falsas en redes sociales.
"No sé ni una palabra en inglés", asegura Santos Bellorín
“Yo nunca tuve redes sociales. Fue algo extraño, inesperado. Mi comunidad también se sorprendió, porque conocían el tipo de celular que yo caminaba, que era un chiclerito”, dice al referirse a celulares de vieja generación.
Para conceder la entrevista a CONFIDENCIAL, Bellorín necesitó asistencia técnica para atender nuestra videollamada por celular, en su pequeño apartamento en la ciudad de Neptune, en Nueva Jersey. “Yo desconozco esta tecnología”, dice. La tecnología es un lenguaje nuevo para él, así como el inglés que hace tan incómoda y difícil su estadía en ese país.
“Soy un campesino. Nunca aprendí una palabra de inglés. Alguien te habla y vos te quedás como ignorándolos porque uno no lo entiende”. Con eso debe lidiar todos los días en su trabajo, en una fábrica de jeringas.
En su pequeño apartamento alcanzan apenas algunas cosas, así como lo poco que también le alcanza pagar con su dinero. Vive solo, y está enfermo por secuelas de la cárcel, mientras tanto las facturas de sus consultas médicas no cesan de llegar.
“El trabajito solo para pagar la renta del cuarto. No ajusto ni para mandarle a mi familia. A veces como dos tiempos de comida, a veces como uno”, lamenta.
En esta entrevista hablamos en detalles sobre la condena arbitraria del campesino Santos Bellorín, y su vida en el destierro, en EE. UU.
