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Alumnos del Tecnológico Victoria: “Todos lloramos el cierre del Instituto”

Cuando estaban a 30 días de graduarse de una carrera técnica, 180 jóvenes se quedaron sin esperanzas. 40 trabajadores y docentes quedaron desempleados

Fachada del Instituto Tecnológico Victoria (ITV).

Iván Olivares

30 de junio 2024

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La cancelación de la personalidad jurídica y el registro del Instituto Tecnológico Victoria (ITV), que era auspiciado por la Compañía Cervecera de Nicaragua (CCN), dejó en un limbo educativo y laboral a unos 180 alumnos que cursaban diversas carreras técnicas en esa casa de estudios autorizada desde 2013 por el Consejo Nacional de Universidades (CNU).

El cierre fue inesperado. Tanto, que ni los administrativos ni los docentes, y menos los estudiantes, supieron del hecho hasta que estuvo consumado, según los testimonios de tres alumnos JP, Rafael y Anielka, así como un docente (Ignacio) y un trabajador administrativo (Saúl), que accedieron a hablar con CONFIDENCIAL, siempre y cuando se les identificara con seudónimos.


El cierre del ITV es “una canallada contra la población joven más desposeída de Nicaragua”, asegura el profesor Ignacio, considerando la cantidad de jóvenes que estudiaban becados, la calidad de la educación que recibían, y las mayores posibilidades de conseguir un empleo que tenían sus alumnos al egresar del Instituto.

Cuando estaban a poco más de 30 días de graduarse de sus respectivas carreras técnicas, los 180 alumnos recibieron la noticia del cierre de un instituto en el que no estudiaban “los hijos de los Ortega, ni los hijos de los empresarios sandinistas, y mucho menos los de los Pellas, ni otro tipo de empresarios”, dijo el profesor.

Ahí estudiaban “el hijo de la señora que vende tortillas, la hija de la señora que vende agua helada, el muchacho que se levanta a las cuatro de la mañana y va a cargar sacos al mercado Oriental para tener dinero para su pasaje, para ir a recibir sus clases de especialización técnica en un instituto responsable”, dice citando casos reales.

“Lo que hizo el Gobierno es un robo vil y descarado a la juventud nicaragüense”, dice Ignacio, sin olvidar que el cierre de la institución educativa significó dejar en el desempleo a casi cuarenta trabajadores, entre docentes y administrativos.

Ignacio tuvo que emigrar al extranjero desde antes que cerraran el ITV, pero también Saúl, un hombre de no muchas palabras al hablar con un periodista, que solo se limitó a decir que, “estoy buscando empleo”, después de trabajar para una entidad tan prestigiosa como el ITV.

A finales de 2018, el régimen encabezado por Daniel Ortega y Rosario Murillo ordenó, primero a sus diputados dentro de la Asamblea Nacional, y luego al Ministerio de Gobernación, devenido después en Ministerio del Interior, la cancelación de alrededor de 3660 oenegés, incluyendo las que solicitaron la disolución voluntaria para adelantarse a la guillotina.

Las historias de JP, Rafael y Anielka,  están marcadas por tres emociones en común: llanto, rabia e incertidumbre, más una sensación de ser víctimas de una injusticia que no pueden comprender.

JP: fue una decisión egoísta

Yo supe del ITV en 2022 por unos amigos con los que fui a una feria en el ‘Olof Palme’, para ver qué carreras podríamos estudiar luego de bachillerarnos. Después de completar el proceso estuve preocupado por unos días, porque llamaban a mis amigos para confirmarles que los habían admitido y a mí nada. Yo pensaba: ellos quedaron, y yo no, así que oré a Dios, hasta que me llamaron para que me presentara a comenzar el proceso, porque me habían otorgado una beca completa.

Mientras completábamos las materias del tercer año de estudios, esperando el 18 de julio para graduarnos, la mañana del 11 de junio llegó el coordinador de carrera, y nos dijo: “Muchachos, dejen lo que están haciendo. Necesito que vengan conmigo, porque van a dar un comunicado”, pero nosotros pensamos: nos van a decir algo, nos van a llamar la atención por algo que tal vez hicimos.

Al llegar al salón de usos múltiples nos sentimos asombrados porque cuando nos llamaban, era por carrera, pero en esa ocasión fue a todos, y cuando vimos que se iba llenando, comenzamos a decir ‘esto es algo serio, es algo grave’. Entonces habló la directora, y nos dijo: “Muchachos, nos quitaron la personería jurídica, y no sabemos por qué. Solo nos dijeron que cerráramos operaciones, así que desde ahorita, ya no pueden seguir haciendo nada aquí. Guarden sus herramientas, guarden todo”, y comenzaron los lamentos, los lloros. Eso nos golpeó mucho como estudiantes, porque ya estábamos en la recta final.

Yo me arrodillé con las manos en la cabeza, y me dije a mí mismo: ‘el Señor sabe por qué pasan las cosas’. Comencé a abrazar a mis compañeros, y nos preguntábamos ¿qué le voy a decir a mi padre? ¿Qué voy a hacer? ¿Qué va a pasar después de esto?, porque, a cómo está la situación, como esta oportunidad no va a haber otra.

Siento que cerrar el ITV es una decisión egoísta porque nosotros como jóvenes somos la generación de la que va a depender el país, la que va a hacer posible o no posible que mejore, pero el Gobierno quiere tener el control de todo. Desde entonces, rehíce mi currículo, y lo fui a dejar a muchos lugares, incluyendo un call center, a ver si consigo un trabajo.

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Rafael: todos empezamos a llorar

Cuando me bachilleré, mi intención era ingresar a la UNI, pero fallé el examen de admisión, a pesar de tener buenas notas. Después, un amigo me dijo que en el ITV impartían clases, así que fui, y opté por una beca completa, que requería calificaciones superiores al 70%. La mayoría teníamos beca completa, algunos optaban por media beca, y el resto tenía que pagar, pero no conocí a ninguno que pagara. Había distintos tipos de beca: de transporte, alimenticia, de útiles escolares, etc.

Mi tiempo en el ITV fue algo que nunca había visto en secundaria, aunque ya sabemos que la secundaria pública no tiene un nivel académico muy alto. Me sorprendió desde el inicio que hicieran un examen psicométrico, uno matemático, y una entrevista, antes de empezar un curso de nivelación de una semana de duración, para luego empezar las clases.

Al principio tuve problemas porque sentía que las clases eran muy pesadas, pero después entendí que no lo eran, sino que lo que tenían era bastante nivel. Los profesores eran muy buenos, y siempre estaban disponibles para consultar nuestras dudas: nos daban información, documentos en PDF, o libros para ampliar conocimientos.

Ese 11 de junio, los de tercer año estaban terminando su tesis; los de Administración hacían predefensa de su tesis y los demás estábamos empezando a formular las bases para elaborar un proyecto mecánico que fuera funcional. Como a las 10:30 de la mañana nos citaron a una reunión, y nos asombró ver que era a todo el Instituto, no solo a los de nuestra carrera. cuando estábamos todos, nos comunicaron la noticia del cierre.

Lo que siguió fue una reacción en cadena: todos empezamos a llorar. Hubo bastante desánimo. En ese momento no sabíamos qué hacer, así que nos dispusimos a guardar las herramientas tal como nos habían indicado. Después de guardarlas nos despedimos de los profesores, porque no sabíamos si volveríamos a verlos o a saber de ellos.

Ese momento fue desastroso. Algunos se alejaron, otros —y eso fue desgarrador para mí— llamaron a sus madres. Personas que nunca habían llorado, que nunca había visto llorar, o que nunca pensé que fueran así de sensibles, se desmoronaron al momento de llamar a sus madres, porque tal vez eran personas que tenían bastantes problemas económicos y esa era su última opción para sacar una carrera.

He visto noticias donde catalogan que esto fue un robo al Instituto, porque todas las herramientas que estaban ahí le quedaron al Gobierno. Yo no puedo confirmar si es un robo o no, ya que no estoy muy familiarizado con el proceso político.

Para la mayoría de nosotros es tarde para empezar una carrera universitaria, porque egresaríamos como de 25 años, y algunos de mayor edad, saldrían de 30 años. Ahorita estoy buscando trabajo. Mandé mi currículo a bastantes lugares con ayuda de los maestros, que nos apoyan para saber dónde hay oportunidades laborales. Si logro comenzar a trabajar, estudiaría alguna carrera —ya sea técnica o alguna ingeniería— en sabatino o dominical.

Anielka salió a tiempo

Yo me gradué en el ITV en mayo del año pasado. Supe de la Fundación por un amigo que estaba tratando de ingresar. Yo lo intenté dos veces, pero lo logré hasta en la segunda, porque en la primera no me preparé mucho, pero ya después yo quería estar ahí, porque me pareció una institución con muchas oportunidades, y sobre todo porque estaba respaldada por una empresa de alto prestigio, una de las más importantes en el país.

Las instalaciones se miraban hermosas: todo en orden, todo lo que tenían era fuera de serie. Era totalmente diferente a lo que yo conocía, y me dije: el próximo año quiero estar aquí, así que me preparé, y gracias a Dios logré entrar, lo que fue realmente muy bonito. Yo quería estar en una universidad, pero no quería pasar muchos años en una carrera, así que fue bueno poder hacer una carrera corta que abarcaba todo, con una calidad educativa impresionante.

Tuve excelentes profesores. La calidad que encontré era algo que no me esperaba. Salí muy agradecida con todo el apoyo que la institución nos dio durante los tres años de carrera. Nunca nos dejaron solos. Hasta el sol de hoy, puedo decir que seguían pendientes de nosotros. Incluso después de la graduación siempre han estado con nosotros y eso no en todos lados se ve.

Supe del cierre cuando los muchachos compartieron la noticia en Facebook. Me la tomé muy mal, con una mezcla de enojo y tristeza, porque era uno de los pocos institutos con una calidad educativa impresionante, que se asemejaba a una universidad prestigiosa. Fue triste. Estaba muy, muy, muy enojada con todo lo que estaba leyendo, preguntándome ¿cómo es posible?, pensando en los que se quedaron en el intento por entrar, los que ya estaban por culminar, los que estaban a medias.

Me dio cólera, y lloré. Fue muy triste, pero me sentía dichosa y orgullosa de haber salido de esa institución y estar donde estoy ahora, porque si tengo trabajo, es gracias a la educación que recibí, porque si no, yo seguiría siendo una estudiante universitaria, y sabemos que el nivel de la educación ‘superior’ en Nicaragua es sumamente baja. Es horrible.

El país perdió una de las últimas instituciones que brindaba educación técnica de calidad. Las universidades que eran de alto prestigio se han vuelto mediocres, y es realmente triste porque el ITV ofrecía una opción importante a muchos muchachos que no tenían que pagar un solo córdoba, sino solamente poner todo su esfuerzo y todo su empeño para ser profesionales.

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Iván Olivares

Iván Olivares

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Durante más de veinte años se ha desempeñado en CONFIDENCIAL como periodista de Economía. Antes trabajó en el semanario La Crónica, el diario La Prensa y El Nuevo Diario. Además, ha publicado en el Diario de Hoy, de El Salvador. Ha ganado en dos ocasiones el Premio a la Excelencia en Periodismo Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en Nicaragua.

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