17 de enero 2019
"¡Cayó Monimbó!", aquel 17 de julio desde tempranas horas recibí mensajes de alerta, unas 40 camionetas repletas de fuerzas para policiales se dirigían a Masaya. Querían derribar uno de los último bastiones de la resistencia, querían arrasar con el heróico barrio indígena.
Masaya está situada a 28 kilómetros al suroeste de Managua, capital de Nicaragua. Sus pobladores no dudaron en salir a las calles a protestar el 18 de abril, ante las reformas del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, que quería imponer el régimen de Daniel Ortega.
La respuesta de la dictadura fue generalizada en todas las ciudades del país. Una represión sangrienta de parte de la Policía Nacional y turbas sandinistas, que hasta el día de hoy, dejó más de 300 personas asesinadas, más de 500 presos políticos y miles de heridos.
Lo cotidiano, las barricadas
Iniciadas las protestas aparecieron las primeras barricadas en Masaya, como forma de autodefensa ante los ataques de fuerzas combinadas de la Policía Nacional y fuerzas parapoliciales financiadas por el Gobierno de Nicaragua.
Nacieron así, dos símbolos de resistencia, para quienes protestan contra el régimen de Daniel Ortega en Nicaragua. Las barricadas y el barrio indígena de Monimbó, que al igual que contra la dictadura Somocista, se atrincheraron para repeler los ataques de fuerzas para policiales sandinistas, balas de alto calibre contra explosivos artesanales.
Las batallas
En junio, dentro de la ciudad de Masaya se habían levantado aproximadamente 300 barricadas. Todos los accesos de la ciudad estaban controlados por los protestantes. En las calles principales, para llegar al centro de la ciudad, había que caminar y sortear decenas de barricadas.
Para esta época Masaya era una zona de conflicto. Con la ciudad totalmente atrincherada los pobladores vivían diferentes realidades. Las barricadas de la periferia en constante alerta de ataques de las “camionetas de la muerte”. Las calles del centro, cercanas al edificio de la Policía de Masaya, una auténtica zona de guerra. A pocas calles de ahí, las familias aprendían a vivir entre las barricadas.
Los rebeldes de Masaya se defendían de los ataques de la policía nacional y grupos parapoliciales con explosivos artesanales. Hacían "morteros" de diferentes tamaños. El más grande lo bautizaron "El Niño". También hicieron bombas de contacto, explosivos artesanales que explotan al ser lanzados contra una superficie sólida, los mismos explosivos que los indígenas de Monimbó utilizaron para luchar contra la dictadura de Somoza en los años 70.
La iglesia
Organismos de Derechos Humanos y la Iglesia Católica jugaron un papel importante en la mediación entre manifestantes y policía nacional. En la foto, el sacerdote Edwin Román escolta a una persona que era acusada de ser un infiltrado, entre los protestantes. Fue llevado a la estación policial y entregado al comisionado Ramón Avellán.
La ciudad resiste
Los masaya resistieron hasta el último momento. Su entrega y sacrificio para presionar al régimen era admirable. Sabían que la dictadura había armado grupos paramilitares, y que pronto ese ejército alterno iba a llegar a atacarlos. Aprendieron a vivir sin autoridades, a colaborar entre todos por una sola causa.
La "operación limpieza"
Al menos tres personas murieron el 17 de julio de 2018, cuando las fuerzas paramilitares ejecutaron la “operación limpieza”, con el propósito de derribar las barricadas ubicadas en el barrio indígena de Monimbó. El ataque duró más de cinco horas, en las que los paramilitares dispararon con armas de guerra en contra de los manifestantes, que al final, fueron obligados a replegarse.
Cayeron las barricadas, pero la resistencia continúa. Paramilitares y miembros de la policía nacional mataron sin piedad, y la persecución contra quienes participaron en las protestas no ha cesado. Los cuerpos de los protestantes yacían tirados en las calles, madres lloraban pidiendo auxilio para rescatar con vida a sus familiares, y otros, eran trasladados a puestos de salud improvisados. La policía y las “camionetas de la muerte” barrieron todo. Dispararon contra mujeres y niños. Algunos se exiliaron, pero los pobladores de esta ciudad no me dejarán mentir ¡Masaya sigue más viva que nunca. Sigue siendo rebelde!
Este trabajo fotográfico es parte de la exposición colectiva y multimedia: El Estallido de Abril en Nicaragua, de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro.