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La virtual presidenta electa de Honduras, Xiomara Castro, se verá sometida, desde los primeros días de su mandato, a una serie de presiones.
La virtual presidenta electa de Honduras, Xiomara Castro, se verá sometida, desde los primeros días de su mandato, a una serie de presiones originadas desde los movimientos sociales, los partidos políticos, el sector empresarial, y el resto de la región, no solo para que cumpla sus promesas de campaña, sino para conformar un Gobierno que sea funcional, y distinto al que le toca reemplazar.
Hasta la noche de este miércoles, cuando se había contado casi el 59.2% de las actas emitidas el 28 de noviembre, día de las elecciones generales en ese país, la candidata Castro seguía al frente del conteo, con el 52.3% de los votos, mientras que su más cercano contendiente, Nasry Asfura, del aún gobernante Partido Nacional, le seguía distante, al contabilizar a su favor el 34.9% de los sufragios.
La aceptación de la derrota por parte del Partido Nacional, y que varios Gobiernos -incluido el de Estados Unidos- aceptaran el triunfo de Castro, generó un “ambiente de mayor certidumbre”, entre la ciudadanía hondureña, que no olvida “el fantasma del fraude electoral de 2017”, que dio cuatro años más de Gobierno al presidente saliente, Juan Orlando Hernández, recuerda la periodista Jennifer Ávila, directora de Contracorriente.
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