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Colombia estupefacta por el "no" al acuerdo de paz

Colombia exhibió su peculiar trastorno de doble personalidad, que hace que se hable de dos Colombias: la más desarrollada votó mayoritariamente "No"

Un niño corre con una bandera blanca de la paz, en Bogotá (Colombia). EFE/LEONARDO MUÑOZ.

Colaboración Confidencial

Constanza Vieira

5 de octubre 2016

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Bogotá.- Colombia, dividida por la mitad, baraja de nuevo después que el plebiscito para refrendar el acuerdo de paz fracasó, mientras el presidente Juan Manuel Santos puntualizó que el cese al fuego se mantendrá al igual que la búsqueda de la paz, y las FARC reiteraron que seguirán usando como única arma la palabra.

El presidente apostó su capital político por una solución pacífica a la guerra con la guerrilla comunista de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), surgida en 1964. La firma vino tras cuatro años de negociaciones en La Habana con acompañamiento internacional, el 26 de septiembre.


Cuando se conocieron las negociaciones Santos-FARC, en agosto de 2012, las críticas cercaron al presidente y este prometió consultar lo acordado en las urnas. Finalmente, este domingo 2 de octubre se realizó un plebiscito sobre el "Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera", el pacto logrado.

Todo el mundo quedó estupefacto cuando el "no" ganó con 50,23 por ciento sobre el 49,76 por ciento del "sí", según la Registraduría Nacional del Estado Civil.

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Grosso modo, Colombia exhibió su peculiar trastorno de doble personalidad, que hace que se hable de dos Colombias: la más desarrollada, predominante en los Andes, votó mayoritariamente "no". El país de la periferia, con menor densidad de población, lo hizo por el "sí", junto con Bogotá, de unos ocho millones de habitantes.

"Votó la Colombia creyente", comentó el exprocurador general (fiscal) Alejandro Ordóñez, católico lefevrista por el "no", que advirtió que la visión de género del acuerdo implicaría una amenaza para los niños y la inclusión en la Constitución de lo que sus enemigos llaman "ideología de género".

Ese ultracatolicismo y los cristianos evangélicos también blandieron su anticomunismo, que en 1955 estuvo en el origen de la guerra colombiana de más de medio siglo.

El plebiscito no tuvo suerte con la naturaleza. El coletazo del huracán Matthew causó fuertes lluvias e inundaciones en el Caribe, región que exhibía en encuestas el apoyo más alto al "sí".

Cuatro gobernadores caribeños solicitaron alargar cuatro horas la jornada electoral, por las dificultades para votar, pero la ley no lo permite.

Según el noticiero de televisión Noticias Uno, Matthew hizo desistir a 150.000 electores. El plebiscito rechazó el acuerdo por poco más de 60.000 votos.

Las fiestas por la paz se cancelaron y dieron paso a lágrimas y caras largas. Algunos analistas comenzaron a referirse al acuerdo de paz en pasado. Destacados promotores del "no" aparecían desconcertados con su triunfo.

El líder de las FARC, Rodrigo Londoño, alivió la tensión al indicar desde La Habana, donde se encuentra junto con su equipo negociador, que el grupo no dará marcha atrás en la paz: el triunfo del "no" solo implica un reto más grande para el movimiento político que planean crear.

En todo caso, las FARC lamentaron "que el poder destructivo de los que siembran odio y rencor haya influido" en los votantes.

Santos no habló de renunciar, aunque con anterioridad había dicho que no tenía un "plan B" si el plebiscito resultaba negativo.

Con un margen de maniobra reducido, convocó a la oposición del "no", representada por su antecesor Álvaro Uribe (2002-2010), a reunirse para buscar un consenso "y determinar el camino a seguir".

No es la primera vez que el presidente, liberal de derecha, intenta acercar posiciones con Uribe, de extrema derecha, frente a la negociación con las FARC, pero este se ha mantenido radical.

Uribe ha expresado que prefiere 20 años más de guerra, con tal de renegociar condiciones más lesivas para la guerrilla, como pagar penas más duras y no participar en política.

En una visita a Bogotá en agosto, Patrick Colgan, expresidente del Fondo de la Unión Europea para la implementación de los acuerdos de paz de Irlanda de Norte, advirtió que, si se hubiera llamado inmediatamente a los norirlandeses a un plebiscito para aprobar el Acuerdo del Viernes Santo de 1998, hubiera ganado el "no".

"Es demasiado el odio acumulado durante generaciones", explicó.

El exvicepresidente de Uribe, Francisco Santos, anticipó que "Colombia silenciosa"  iba a votar por el "no".

Él acertó y no las encuestadoras, que anticipaban consistentemente el triunfo del "sí", aunque también mostraban rechazo mayoritario a las penas alternativas que permitían no pagar cárcel a cambio de verdad, así como la participación política de los exinsurgentes.

Uribe declaró tras el plebiscito que "todos queremos la paz, ninguno quiere la violencia". El expresidente planteó recientemente renegociar el acuerdo con las FARC, pero los negociadores de ambas partes lo han considerado inviable.

Lo mismo piensa un cercano componedor de la negociación, Carlos Lozano, director del semanario comunista Voz. "Volver a armar un proceso de diálogo y un documento como el que se hizo es muy difícil", señaló.

El acuerdo de 297 páginas "es un documento de consenso, digno para el Estado, digno para la guerrilla y construido con mucho cuidado, de manera muy detallada", indicó.

Manuel Rosales, exministro de Ambiente, consideró que votantes del "no", no están por la guerra. "Ojalá las FARC estén dispuestas a abrir algunos puntos de la negociación, porque parecería que ese es el mensaje", sostuvo el representante de Ambientalistas por el Sí y de la iniciativa "La paz querida", creada en mayo.

"El plebiscito no era necesario", apuntó la exconstituyente María Teresa Garcés. "No era un requisito para que los acuerdos entraran en vigencia. El resultado del plebiscito es políticamente importante y grave, pero no tiene efecto jurídico, no invalida los acuerdos de paz", es su tesis.

"Es una especie de descalificación parcial. Se nota un país muy dividido por la mitad. Tampoco se puede decir que el ‘no' ganó mayoritariamente. Hay un empate, pero la legitimidad que se quería para implementar el acuerdo no se alcanzó. Es la hora de que muchos del ‘no' demuestren que sí quieren la paz, como decían. Para que no se vuelva a la guerra, que es lo importante", agregó.

El Día D, con el que iniciaba la desmovilización y dejación de armas de las FARC, queda en el limbo, porque dependía del resultado del plebiscito.

Ahora no entrará en vigencia la vía rápida para que las leyes que requiere el acuerdo sean firmes en unos tres meses. Tampoco la Ley de Amnistía, garantía para que los menos de 6.000 guerrilleros de las FARC se concentren en 20 zonas e inicien el desarme.

"El Día D era el día de hoy (el 2 de octubre). Ante los resultados electorales, no hay día D. Imagino que el movimiento de los diferentes frentes a las 20 zonas de concentración queda suspendido", aunque "es una decisión que deben el gobierno y las FARC" dijo el general retirado Henry Medina, promotor de Paz Querida.

"Lo importante es no caer en el pesimismo, no caer en la victoria, creyendo que con eso se arregla el país, pero tampoco creer que lo que sucedió es una derrota que acaba con la perspectiva de paz. Hay que seguir jugándole a la convivencia", añadió.

"Ahora lo que hay que hacer es un balance muy rápido y seguir adelante, no perder el esfuerzo y el sentido de la paz" y por el contrario, señaló, "hay que incrementar el esfuerzo, trabajar con mayor decisión, porque nos merecemos la paz y hay que buscarla a toda costa".

Tras un cónclave con Santos, la comisión negociadora del gobierno viajó este lunes 3 a La Habana a reunirse con las FARC. Al mismo tiempo, se conoció la renuncia del jefe negociador del gobierno, el exvicepresidente Humberto de la Calle.

Para Bernardo Pérez, investigador de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica, de Bogotá, si el resultado hubiera sido inverso, "el ‘no' hubiera endurecido su posición. En esta situación, les toca flexibilizarse. Ahora, ellos se van a ver obligados a sentarse a la mesa. Habría sido mucho más difícil legitimar los acuerdos con un leve triunfo del sí".

Pérez no cree que los sufragantes del "no" hayan votado contra la paz: "Al final, tendremos que comenzar a sentarnos en torno a cuál es el mecanismo para lograr que este grupo armado se integre a la vida política, social y económica del país", afirmó. Todos tendrán que ceder, incluyendo los del "no", estimó.


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