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Partes de guerra

El peso de las emociones y los sentimientos son más grandes del que los racionalistas suponen. Sin emociones la vida sería insípida

El peso de las emociones y los sentimientos son más grandes del que los racionalistas suponen. Sin emociones la vida sería insípida.

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I

De todas las novelas que he leído de Jorge Volpi, Partes de guerra, (Alfaguara, 2022), es la que más me ha gustado. ¿Será por qué el mexicano se dio cuenta que era necesario abrir cauce a las emociones? Dejar que fluyan sin tropiezos. Las otras me han sabido acartonadas. Los personajes no alzan vuelo. Una racionalidad rampante los sujeta. Por fin entendió lo que el argentino Ernesto Sábato denunció a grandes voces en El escritor y sus fantasmas, (1963). Emociones y sentimientos fueron guillotinados en la plaza pública, por los forjadores del siglo de la ilustración. La razón se alzó ganadora. Desde ese momento la diosa razón presidiría nuestros actos. No había nada que oponerle. La brecha razón-emoción se ensanchó. Teníamos que atenernos a sus dictados. Con el auge de las redes sociales, asistimos a un fenómeno contrario. Las emociones dominan el escenario.


No importa que el título de su novela no se corresponda con la manera que son redactados los partes de guerra. Tal vez fue un ardid publicitario. En México la cantidad de muertos registrada a diario por los medios, aunque menor, resulta escalofriante. La política de seguridad del expresidente Felipe Calderón —les echó encima el ejército a los narcos— abultó las cifras de manera increíble. Volpi tuvo el acierto de ventilar el tema en Una novela criminal, ganadora del Premio Alfaguara 2018. Por la vía de la no-ficción tomó el toro por los cuernos. El martirio de la francesa Florence Cassez y del mexicano Israel Vallarta, lo llevaron a desentrañar la truculencia de la que se valió Genaro García Luna, secundado por Carlos Loret de Mola, para montar un show televisivo y de paso elogiar la efectividad del Secretario de Seguridad Pública. Televisa fue la gran perdedora.

Para la sociedad mexicana resultaba apremiante que un novelista se planteara, hasta donde pueden discernirse, los orígenes de la violencia. México es un país carcomido por la violencia. Por distintas formas de violencias: violencia contra mujeres y niños, violencia del narco, violencia contra los migrantes, violencia política, violencia doméstica, violencia policial o cualquier otro tipo de violencia. El asesinato de una niña por un grupo de niños en Corozal, da pie a las interrogantes de Volpi. Los personajes exponen sus razones o sin razones. El corazón tiene razones que la razón desconoce. Auscultan el corazón de cuatro niños participantes en la tragedia. Un proyecto de investigación liderado por un grupo de expertos en neurociencias, sicología y siquiatría, participa en la aventura de conocer las causas del asesinato. Razón vs. Emoción.

La tensión surgida desde el inicio al final estalla de manera sorprendente. Narrada en primera persona por Lucía Spinosi, un personaje en búsqueda de respuestas, no solo las del equipo al que pertenece, también aspira encontrar respuestas para las suyas. Volpi crea un personaje entrañable. Incisivo. Dispuesta a todo con tal de no quedar en el limbo. A esa voz femenina hacen coro los demás personajes. Los cortes narrativos se suceden unos a otros de forma incesante. El empeño de los especialistas tropieza ante la ineficacia de unos instrumentos, vacuos para conocer los motivos de la muerte de la niña. Una novela con más interrogantes que respuestas. El éxito de Volpi probablemente se debe a la vuelta de tuercas. Para encontrar la verdad, deben indagar en los pliegues del corazón. “No, no somos nuestro cerebro. No solo somos nuestro cerebro”.  También somos sentimientos.

Una recreación sobre el poder y sus miserias. Las intrigas, una constante. Las disputas de poder entre los integrantes de la institución investigadora no cesan. Elvira vive en permanente pugilato con Luis. Contradice no solo sus argumentos. Está ansiosa por ocupar la jefatura. Persevera en su oposición. Cree ser la persona más indicada para dirigir un trabajo en el que no avanzan. Chocan contra sentimientos enconchados. Volpi se extasía exponiendo la estrechez humana. Niños metidos dentro de su caparazón, protegen su complicidad. No desean inculparse ni inculpar a nadie. Descubren tardíamente que sus análisis y recursos investigativos patinan. El desasosiego se apodera de todos, menos de Lucía. Su corazón está dolido. Siempre noble, no cree justo abandonar el compromiso adquirido con las criaturas. Sus compañeros lo hacen.

II

Lucía también provenía de un hogar disfuncional, su madre falleció durante el parto, una muerte de la que su padre cree responsable. En un viaje introspectivo, empieza por aclarar sus dudas. Por más que buscó en los resquicios de su memoria, nunca pudo dar con algo que jamás tuvo: la más mínima manifestación de afecto de su progenitor. Su padre era un borracho insufrible, la maltrataba cuando le venía en gana. Adquiere conciencia que ella misma ha padecido los sinsabores de la tragedia que enluta a Corozal. No solo la trompeaba su padre; Armando, su primer novio, también se ensañó en su contra. A puro golpes demolió su autoestima. Se sentía menos. El encuentro con Luis, su profesor, resultó providencial. Un bálsamo para su resignado corazón. El samaritano la sacó del infierno en que vivía. Le dispensó un trato especial. Un mentor envidiable.

El fallecimiento de Luis abre grietas incurables, aparecen decenas de mujeres con las que había mantenido relaciones amorosas. El ídolo de Lucía tenía pies de barro. Todo en su vida había sido una impostura. Eran engañadas. A muchas ofreció ir a vivirse con ellas. Mintió descaradamente. Para engatusarlas utilizó el típico argumento al que recurren los hombres. Su relación con Fabienne estaba rota. A otras le dijo que vivían juntos, sin tener nada en común, excepto el amor por Sophie. La desazón se apoderó de Lucía. Se entregó a develar los nombres de todas las mujeres con quienes Luis pudo haber tenido relaciones sexuales. Su comportamiento provoca náuseas. Se siente traicionada. No acaba de comprender por qué Luis se comportó con ella de manera radicalmente distinta. El depredador no abusó de su amistad. Siempre estuvo presto a protegerla.

Las dos historias —el asesinato de Dayana y el descubrimiento que Luis había sido calenturiento— se sostienen sobre la misma base. Tratando de explicar las razones por las cuales procedió de esa manera, Lucía hace saber a Sophie que hay personas para quienes una sola vida no es suficiente. Desconocía los motivos. Pudo deberse a su pasado. Era un hombre necesitado de atención, reconocimiento y amor. Tampoco sabe responderse quién era ella para Luis. Especula. ¿Tu alumna consentida, tu colega, tu amiga fiel o inseparable o una más de tus mujeres, el número treinta y cinco en tu catálogo? El hecho de plantear dudas sobre certezas centradas en el cerebro, abre un resquicio que invita a seguir trabajando en esta misma dirección. El peso de las emociones y los sentimientos son más grandes del que los racionalistas suponen. Sin emociones la vida sería insípida.

Lucía también fue un ave rapaz. Engañó a varios de sus novios. Mantenía relaciones sexuales a sus espaldas. El desprecio con que la trató su padre, ¿cerró las clavijas de su corazón? El amor para Lucía era su sentimiento banal. Gozaba del sexo; jamás ofrendó su cariño a ningún hombre. Su diferencia con todos —Pacho, Elvira, Paul, Fabienne, Tristán— fue que jamás aspiró a tener poder sobre nadie. El poder no la seducía. Entre sus compañeros las ambiciones por sentarse en la cabecera del proyecto de Corozal, se transformó en esquizofrenia. No importaba si para ello la amistad debía ser desfondada. La sentencia final de Lucía con respecto a Luis, es estremecedora. “…creo que te impulsaba el poder, el ansia de poder que palpita en cada hombre… esa obsesión por fijar la verdad sobre ti mismo, doblegar las voluntades de los otros y en especial de las otras, de nosotras”.

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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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