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No a la Amnistía No. 53

El pueblo de Nicaragua no quiere indulto y mucho menos amnistía para los Dictadores Ortega-Murillo.

La mayoría eran menores de 25 años

Mario De Franco

21 de marzo 2019

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La historia reciente ha sido testigo de crímenes trágicos en contra de la humanidad: los ocurridos en la Rusia de Stalin, la China de Mao Zedong, la Kampuchea de Pol Pot por mencionar algunos de los más impactantes. Por supuesto que uno de los eventos más trágicos fue durante la segunda Guerra Mundial, cuando Hitler mandó a asesinar a por lo menos seis millones de judíos durante el Nazismo, dándose el mayor holocausto en la historia de la humanidad.

En la actualidad, muchas escuelas en Alemania imparten como una asignatura curricular la historia de este holocausto y hay quienes están proponiendo que la misma se convierta en una asignatura obligatoria, “para que no vuelva a pasar”. Esta frase se repite sin descanso para no olvidarse y mantener vivos los recuerdos de la barbarie llevada a cabo por el Nazismo y que la humanidad entera no tenga que volver a pasar por ello; hay que recordar el pasado para forjar el futuro.

A los nicaragüenses no nos gusta recordar, preferimos olvidar.  Somos una sociedad en donde por traumas o por decretos, hemos olvidado y dejado de hablar—hasta ahora. La palabra “amnistía” viene del griego que significa “sin memoria (o recuerdo) u olvido mutuo y general de las cosas pasadas” y ha sido una cosa común en nuestra historia política. En 1829 se reporta la primera amnistía otorgada por un gobierno. A lo largo de los siguientes 138 años, hasta 1967, se otorgaron 41 amnistías a un promedio de una amnistía cada 40 meses. En los 11 años en los que el sandinismo se mantuvo en el poder en los 80, el (des)gobierno de Daniel Ortega de esa época otorgó una amnistía cada 15 meses. Desde ese entonces, Daniel Ortega nos recetó—y nos quiere seguir recetando—una amnesia profunda para que una vez más, nos olvidemos de todos los crímenes cometidos por él, su mujer y sus allegados.

La amnistía No. 42, la primera decretada por Daniel Ortega en 1983, fue para hacernos olvidar la masacre en contra de 42 comunidades misquitas en la llamada Navidad Roja, en donde una gran cantidad de personas -nunca se logró establecer el número exacto- fueron asesinadas al oponerse al traslado hacia nuevos asentamientos lejos de sus comunidades para evitar que éstas sirvieran de base de apoyo para la Contra. La última amnistía de esa época, la No. 49, fue firmada por Sergio Ramírez, en 1990, decretada inmediatamente después que Ortega perdiera las elecciones ante doña Violeta Barrios. Se otorgaba amnistía a los empleados públicos que hubieran cometido malversación de caudales públicos. Con ese decreto, nos ordenaban a olvidarnos de todo lo que se habían robado y repartido en la famosa piñata, en aras de una supuesta paz y reconciliación. Posteriormente en el gobierno de la Sra. Barrios, al decretar la amnistía No 50, reconfirma el perdón de todos los delitos políticos y comunes cometidos hasta esa fecha por cualquier persona.


A diferencia de una amnistía, un indulto, parte del reconocimiento de un delito. De manera que a quien se le aplica un indulto, éste sigue siendo culpable, pero se perdona el cumplimiento de la pena o sentencia, o sea se le otorga un perdón, pero sin olvidar el crimen cometido. Así, por ejemplo, si la persona comete un robo o un asesinato, el indulto deja establecido que esta persona robó o asesinó, pero se le perdona la pena que establece el crimen cometido. De esta manera es muy importante reconocer en nuestra sociedad, que mientras la amnistía perdona y nos obliga a borrar de nuestra memoria el crimen cometido, el indulto reconoce—y se acuerda—del crimen, aunque le perdonamos el castigo.  Un asesino siempre será un asesino.  Un ladrón siempre será un ladrón, aunque como sociedad, le otorgamos el perdón.

Treinta y seis años después de la Navidad Roja, Daniel Ortega y su mujer Rosario Murillo, enfrentan una serie de sanciones provenientes de la comunidad internacional por crímenes de lesa humanidad, que incluye: 1) haber mandado a asesinar a más de 400 personas, 2) acusar de delitos inexistentes y retener injustamente encarcelados y torturados a cerca de 700 hombres y mujeres, 3) haber empujado al exilio a unas 60,000 personas y 4) un número aún no determinado de desaparecidos. El pueblo simplemente se cansó de sus  atropellos y esta vez no va a perdonar, ni olvidar. Sin embargo, el Dictador decidió llamar de nuevo a un diálogo que desde sus inicios está condenado al fracaso. Todos en Nicaragua sabemos que el no está dispuesto ni a adelantar elecciones, ni mucho menos renunciar.

La pregunta es entonces ¿qué busca Ortega con este diálogo? Lo que el Dictador busca es ganar tiempo y llegar hasta el 2021. O talvez, dependiendo de las circunstancias, crear las condiciones para decretar la amnistía No. 53, para que él y sus allegados se beneficien de ella. En otras palabras, quiere decretar que nos olvidemos y le perdonemos sus crímenes [de lesa humanidad].

Es en ese contexto que mantiene como carta de negociación a los cerca de 700 reos políticos y es en ese mismo contexto que sus jueces han aplicado, y seguirán aplicando, condenas completamente absurdas de hasta 250 años a los inocentes que el Dictador mantiene en sus celdas. La Amnistía 53 va a venir a proponer un perdón y olvido en aras de la paz y reconciliación a ambos bandos: yo perdono a estos terroristas que vinieron a interrumpir el paraíso que mi mujer y yo veníamos construyendo, pero ustedes me perdonan los actos de barbarie que yo, mis compinches y socios hemos cometido.

El único problema para Daniel y su mujer, es que desde que inició la actual crisis en abril del año pasado, y en honor y memoria a los que han sacrificado su vida y su libertad por una nueva Nicaragua, la consigna que al unísono se repite es “NI PERDON, ¡NI OLVIDO!”. El pueblo de Nicaragua no quiere indulto y mucho menos amnistía para los Dictadores Ortega-Murillo. Por eso desde hoy, advertimos #NoALaAmnistia53 y repetimos #NiPerdonNiOlvido.

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Mario De Franco

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