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La seguridad, la democracia y la confianza

Muy poco se explora la relación existente entre la calidad de la democracia y los niveles de confianza respecto a la seguridad y la violencia

Desde que el comandante Ortega ejerce el poder controla la Jefatura de la Policía, según analistas. Carlos Herrera/Confidencial

Elvira Cuadra

10 de febrero 2017

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Una serie de acontecimientos violentos han puesto sobre el tapete el tema de la seguridad en Nicaragua, y frente al temor que generan no se ha hecho esperar la respuesta estatal con la aplicación de un plan de seguridad que incluye el patrullaje con participación de las fuerzas especiales de la Policía. Casi simultáneamente, diversas voces piden más vigilancia y control, y más penas para los criminales, entre ellas las de comunicadores, periodistas y personas que se supone, tienen alguna influencia en la opinión pública.

Sin pensarlo mucho se buscan explicaciones, y entre todas las posibles, lo más fácil es achacarle la culpa a la pobreza y la falta de empleo; pero bien vale la pena intentar ver más allá de lo aparente. Asesinatos, feminicidios, homicidios, asaltos, accidentes de tránsito, suicidios, la siempre oculta violencia contra las mujeres, y aun la depresión, aparecen como acontecimientos desconectados, comportamientos individuales que solamente hacen parte de una estadística fatal. Muy poco se explora la relación existente entre la calidad de la democracia –o para decirlo más claro, entre el tipo de régimen y los estilos de gobierno–, los discursos del poder y los niveles de confianza básica, respecto a la seguridad y la violencia.


En un contexto como el que vive hoy Nicaragua, en el que prevalecen un régimen autoritario, las libertades ciudadanas y los derechos humanos están restringidos, se ha instalado un sistema de control sobre los ciudadanos, se han cerrado los espacios a la participación política y social, y donde los discursos de los líderes están vaciados de contenido, no es extraño que los niveles de confianza social se resientan y comiencen a disminuir mientras crecen la incertidumbre y el temor al otro. Frente a un entorno hostil en todos los sentidos, el resultado es la violencia y la inseguridad. Y en ellos, prevalece el más fuerte. Anomia, les llama la sociología a esos estados y la solución no es sacar más policías a la calle. La solución es construir más confianza y cohesión social.


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