1 de octubre 2024
Días antes de que fuese sometido al régimen de “casa por cárcel” por la dictadura Ortega Murillo, Humberto Ortega nos llamó y sostuvo una larga conversación telefónica con Julio López, mi compañero, y conmigo. Como se sabe, él fue capturado por una entrevista concedida a Fabián Medina para Infobae en mayo de 2024.
En esa llamada, Humberto Ortega quería hacernos saber lo que pensaba. Nos comentó que en diciembre de 2022 había tenido una grave crisis de salud que ya había superado. —“Me siento bien. Estoy recuperado. Pueden decir que ya estoy bien, activo y con ánimo para seguir contribuyendo a la solución de la crisis de nuestro país”. Luego nos reiteró los ejes principales de su posición política actual.
Nos contó que durante su crisis de salud había reabierto comunicación con Daniel —quien ahora lo visitaba en su casa— y que en sus conversaciones le había expresado que él no estaba contra el Gobierno, pero tampoco contra la oposición; que consideraba que la crisis política de Nicaragua debía tener una solución, como la habían tenido muchas guerras, incluyendo la de los años 80 en nuestro país. Nos dijo que sus puntos de vista no eran nuevos para Daniel, porque “yo he dado declaraciones públicas, como lo hice en 2021 para CNN, cuando dije que los presos políticos no eran terroristas, y luego, cuando murió Hugo Torres en la cárcel, y también a favor del obispo (Rolando) Álvarez, en 2023, calificándolo como una persona seria y valiente”.
A preguntas nuestras respondió que Daniel Ortega estaba muy claro de sus posiciones y que le había aconsejado el camino del diálogo. Recordó sus experiencias cuando se encontraron por primera vez con la Contra, en las negociaciones de Sapoá, y el odio mutuo: —“Con los contras nos matábamos a balazos y aun así fuimos capaces de sobreponernos a tanta violencia, resentimientos y llegar a acuerdos”. “De los orientales aprendí que en esas circunstancias hay que ver directamente a los ojos, pero también al corazón del adversario, para ver también su humanidad. Todos somos humanos, aunque estemos en bandos distintos”.
Y nos resumió su posición: —“Mi posición sigue siendo la del centro político. Rechazar los extremismos. Proponer alternativas moderadas, de centro, y de compromiso entre todas las partes. Debemos ser capaces de convivir todos en Nicaragua. Solo así podrá haber paz y estabilidad”.
En otro momento reconoció: —“Sectores extremistas hay en todos lados, entre los sandinistas, pero también en algunos de la derecha, que recetan pasarles la cuenta a todos los sandinistas, empezando por mí —reconoció— pero hay que tener paciencia”. Recordó que “cada evento tiene su tiempo”.
Atribuyó esos enfoques a sus experiencias con los orientales, y nos contó una anécdota que vivió con Óscar Turcios en su viaje a “nevada Manchuria”, cuando llegaron a un entrenamiento militar minutos antes de la hora y los coreanos los sancionaron por llegar antes: —“Llegar antes es equivocado, como llegar después —nos dijeron—. El asunto es llegar en el momento correcto”.
En su larga plática nos reafirmó que sus posiciones sobre la necesidad del diálogo las había compartido en otros momentos con personalidades como Óscar Arias, Rafael Calderón Fournier y otros, y las dificultades para la democracia en Nicaragua por no contar con una oposición unida. —“Arias se queja de que la oposición no termina de ponerse de acuerdo y si no se presenta una oposición unida no se puede ayudar mucho (…). Ellos están claros que debe haber elecciones con “cierto espacio” como salida. Nadie quiere seguir en la confrontación militar”.
Enfatizó que era “una locura de la Chayo (Rosario Murillo) querer imponer una continuidad familiar del poder. Ninguno de ellos tiene la autoridad ni el liderazgo que logró alcanzar Daniel. Eso no se puede repetir. Es una locura”. Le preguntamos qué decía Daniel Ortega a sus planteamientos y nos dijo que este no dio ninguna respuesta verbal, pero “yo lo conozco y él sabe y está claro que al final hay que buscar un giro, salidas” y afirmó: —“Daniel, como viejo zorro, no dio respuestas directas, pero él sabe que lo conozco y puedo analizar con inteligencia”.
Humberto Ortega nos dejó claro que su intención es ser un puente y contribuir a la búsqueda de una solución, y expresó su confianza en que la comunicación quedó abierta entre ellos, pero, “… cada cosa tiene su momento y solo ocurre hasta que llega el momento; es como una piedra que rueda hacia el río, no se puede detener”.
A mi pregunta de por qué no salía del país para poder exponer sin peligros sus posiciones explicó: —“No voy a salir del país. La fuerza de mis posiciones estriba en que las estoy planteando desde dentro”. Recordó que “he sido el único de la dirección histórica del Frente Sandinista que he tenido la valentía de llamar las cosas por su nombre”, —refiriéndose a los que están dentro del país. Al mismo tiempo criticó la cobardía del actual jefe del Ejército (Julio César Avilés) de no haber realizado las honras militares que correspondían a Hugo Torres, como General (R) y como héroe.
—“Mi posición es tener paciencia, esperar, pero activamente, no pasivamente, como están otros de la dirección histórica (…). Y aunque no pueda estar hablando mucho hay que mantener la ética y el compromiso y actuar cuando sea necesario, aunque sea costoso… En el 77 tuve la sabiduría de lanzar una medida audaz como la de la Ofensiva de Octubre. Solo se avanza con los reveses”. Se refería a los ataques contra los cuarteles de San Carlos, la ofensiva en el norte y en Masaya, en octubre de 1977, que iniciaron la etapa ofensiva del FSLN contra la dictadura somocista.
Al final tuvo palabras de reconocimiento al trabajo de memoria histórica que he realizado, “que es más que el de una historiadora, que tiene perfil histórico”. A Julio le reiteró el conocimiento mutuo que se tienen “desde chavalos”. Me comprometí a mandarle impresa la Cronología El Pueblo contra la Dictadura y, mientras tanto, se la envié digitalizada por correo electrónico. Al final de nuestra plática le hice preguntas personales sobre su familia y me dio detalles privados que ignorábamos, como su separación de Ligia Trejos, y nos comprometimos a mantener espacios abiertos de comunicación entre nosotros.
Días después salieron sus declaraciones en Infobae, en que entre otras cosas afirmó que el régimen era autoritario y personalista y que no tenía posibilidad de continuidad. Creemos que Humberto no podía sospechar que estas serían el pretexto para reducirlo a casa por cárcel y despojarlo de computadoras, teléfonos celulares y todos los medios y posibilidades de comunicarse con el exterior. Luego se supo que estaba en condición de prisionero y en aislamiento en el Hospital Militar.
Sabemos de fuentes confiables que desde hace casi dos semanas había sido enviado a su casa, porque supuestamente estaba recuperado, cosa que ocultó el Ejército en su comunicado del 29 de septiembre, cuando informaron que tuvo una grave recaída, augurando lo peor para su vida.
No dudamos que haberlo reducido a prisionero en su casa, y luego calificar a su propio hermano como traidor a la patria y acusarlo de vender su alma al diablo, son concesiones de Daniel Ortega a Rosario Murillo. Escuchando el entusiasmo y la seguridad con que Humberto nos habló de su recuperación días antes, tampoco dudamos que la casa por cárcel fue una acción de fuerte impacto emocional y físico para él. Una humillación y tortura política. Un golpe directo al corazón.
La situación de Humberto Ortega expresa la disputa de poder y correlación de fuerzas entre Ortega y Murillo. También es un desafío para la maltrecha institucionalidad del Ejército, que ya había sido humillado con el deceso de Hugo Torres, a quien que no pudieron expresar los obligados honores que le correspondían como General en Retiro.
¿Será nuevamente humillado el Ejército? ¿Expondrá Daniel Ortega a la opinión pública el declive de su autoridad? ¿Avilés se arrodillará de nuevo frente a Murillo, o reconocerán que Humberto Ortega tendría que ser enterrado con los honores correspondientes como exgeneral de Ejército, jefe y fundador indiscutible de esa institución y de su proceso de profesionalización?
Es obvio que detrás no está solo un asunto político, sino el mensaje que se manda a todos incluyendo a su militancia, del desprecio hacia los de su propia familia, de su sangre, pues al final de cuentas hagan lo que hagan y digan lo que digan no lo podrán borrar. Humberto Ortega es otro dirigente sandinista histórico que muere en condición de prisionero de Ortega y Murillo, y esto tendrá, como muchas otras de sus acciones, un costo que día a día conduce al desprecio de los autócratas y al fin de esa dictadura.