28 de febrero 2025

OEA: Los desafíos del nuevo secretario general

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Le toca el turno a la sociedad civil para que como en otras ocasiones dé un paso al frente para atajar las tendencias regresivas que aquejan a EE. UU.
Personas alzando banderas de Estados Unidos. // Foto: Archivo | Agencias
“No hay país donde las asociaciones sean más necesarias para impedir el despotismo o la arbitrariedad del príncipe, que aquel cuyo Estado social es democrático”.
La democracia en América, Alexis de Tocqueville
La robustez de la sociedad civil se pone a prueba cuando enfrenta sus mayores desafíos. La sociedad civil norteamericana desde el 20 de enero está siendo sometida a lo que quizás sea uno de sus mayores retos en tiempos modernos. Señalada como referente por sus capacidades para desarrollar luchas que ampliaron el umbral de los derechos civiles y sociales, hoy se ve sometida al desmantelamiento violento de sus logros más importantes que amenaza con hacer retroceder a la sociedad norteamericana a la época de las cavernas, políticamente hablando. Al igual que ha ocurrido en otros países, tiene ante sí el reto de defenderse o ver arder sus banderas más emblemáticas.
De este enfoque obviamente hay que excluir a la fauna de la otra sociedad civil, como la Asociación Nacional del Rifle, Proud Boys y Ku Klux Klan, que lejos de propugnar la ampliación de los derechos del cives (la ciudadanía), buscan no sólo mutilarlos sino además demoler las reglas de convivencia social en favor de unos pocos privilegiados para volver al siglo XIX.
La agenda de la Administración Trump ha colocado en el blanco de la involución a las principales conquistas de los grandes movimientos sociales norteamericanos resumidos en los programas DEI: diversidad, equidad e inclusión. Estos programas se derivaban de la Ley de Derechos Civiles de 1964 fruto del movimiento de los derechos civiles contra el racismo y la exclusión en Estados Unidos.
Por ello quizás no sea exagerado subrayar que desde el Macartismo no se había puesto tanto en cuestión el tejido de asociaciones civiles que maravilló a Alexis de Tocqueville en el siglo XIX. Desde el 20 de enero se ha vuelto un anatema reivindicar cualquier demanda que huela a igualdad, y aunque todavía no haya persecución policial en contra, el desmantelamiento de las medidas institucionales que garantizaban darle fuerza a las acciones afirmativas dentro de la Administración y en las empresas norteamericanas, se ha creado el mismo ambiente hostil que viven las sociedades civiles bajo regímenes autoritarios como Rusia, Turquía o Nicaragua.
La ofensiva de Trump interpela directamente a las organizaciones que han estado detrás de las grandes movilizaciones que han sacudido a la sociedad norteamericana como las luchas contra la guerra en Vietnam, el movimiento por los derechos de los gay y lesbianas, Occupy Wall Street y las protestas estudiantiles a lo largo del país contra el genocidio en Gaza, así como el no menos pujante Back Lives Matter. A lo anterior hay que agregar la enorme capacidad de las universidades y de los centros de pensamiento que han iluminado las ciencias de otros países. Muy en especial, las ciencias sociales de América Latina les debemos tanto, como el campo mismo de la Ciencia Política, en los estudios del gobierno y la administración pública, en el análisis de las políticas públicas y aún más, en la construcción del corpus teórico de los movimientos sociales y de la sociedad civil.
Por sus características, la sociedad civil norteamericana ha sido puesta como ejemplo de una sociedad civil fuerte; es decir por su densidad y su autonomía. La densidad se refiere a una cualidad evidente desde los tiempos de Tocqueville, a quien llamó la atención el hecho de que los norteamericanos se asociaran según los intereses en sus comunidades de modo que había pocas esferas de la actividad humana que no estuvieran organizadas. La autonomía ha tenido que ver más con una voluntad política de sus habitantes de autoorganizarse de forma independiente del Estado, que su vez ha implicado dotarse de sus propias normas en lo que Levitsky y Ziblatt denominan reglas informales que rigen “desde la vida familiar hasta el funcionamiento de las empresas y las universidades”.
De esta cantera han surgido organizaciones potentes como la ubicua Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU) fundada hace más de cien años, que supo enfrentarse a las medidas arbitrarias del primer gobierno Trump. Pero también otras organizaciones que han trascendido sus fronteras como Human Rights Wacht en el campo de los derechos humanos, y el Pen Club por la libertad de expresión. Así como otras organizaciones que han sido decisivas para impulsar la teoría de género, los movimientos ecologista, el antirracismo y la familia arcoíris para la tolerancia de las diferencias y el pacifismo.
Con semejante pedigrí, sería muy triste que la sociedad civil norteamericana sucumbiera ante la actual arremetida del poder político y de la tecnoligarquía. En las primeras páginas de su trabajo Levitsky y Ziblatt lanzan una pregunta que está lejos de ser retórica: “¿Subvertirá el dirigente autocrático las instituciones democráticas o servirán éstas para contenerlo?” Ambos autores responden que las instituciones no se pueden defender por sí solas, que la Constitución tienen que defenderla los partidos políticos y la ciudadanía organizada. Pues bien, visto lo que ha pasado en los primeros 30 días de Trump, las instituciones están siendo desmanteladas con la complicidad zombi de los republicanos y la queja inane de los demócratas. Sólo los tribunales parecen estar cumpliendo con su papel de defensores del Estado de derecho…
…Le toca el turno a la sociedad civil para que como en otras ocasiones dé un paso al frente para atajar las tendencias regresivas que hoy aquejan a los Estados Unidos, de la misma manera que otras sociedades civiles han plantado cara a regímenes autoritarios en otros países. Quizás en esta ocasión corresponda a estas sociedades civiles movilizarse solidariamente con la norteamericana como esta lo hizo con las luchas más allá de sus fronteras.
Tal vez habrá que ver en esta embestida ultraderechista de Trump una oportunidad para dar un nuevo sentido a la solidaridad entre los pueblos, una solidaridad Sur-Norte que ponga sobre el tablero mundial un nuevo tipo de alianzas que apoye la lucha del pueblo norteamericano por preservar la democracia. ¿Habrá llegado el momento de organizar comités de solidaridad con los Estados Unidos de Norteamérica?
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Politólogo y sociólogo nicaragüense, viviendo en España. Es municipalista e investigador en temas relacionados con participación ciudadana y sociedad civil.
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