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Errores y desviaciones: fórmula mortal

El movimiento campesino contra la ley 840 encarna la lucha de Sandino por la soberanía nacional con otros métodos

La vicepresidenta organiza repentinamente "una caminata" en Juigalpa "por amor a la naturaleza" el mismo día que campesinos marcharán contra el canal

Onofre Guevara López

24 de enero 2017

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Transcurridos veinte años, seis meses y 19 días después del triunfo de la revolución cubana (1/1/59), se produjo la victoria del pueblo nicaragüense sobre la dictadura dinástica somocista (19/7/79), la segunda y última revolución armada del Siglo XX americano. Tal suceso, provocó la acusación de que la victoria armada en nuestro país, era algo así como una extensión de la revolución cubana.  Aunque, ciertamente, esta revolución fue inspiradora de las juventudes progresistas –especialmente en América Latina—, ese criterio de la “extensión” es más que  superficial, porque revela la falsa concepción de que las revoluciones carecen de legitimidad nacional y, por lo tanto, son exportables antojadizamente.

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Argumento burdo fue aquel y, además, un estereotipo de los acostumbrados en la propaganda que pretende acomodar los hechos en la mente de la gente, según los criterios de la política exterior de Estados Unidos.  Pero tan lejos está de la realidad, como cercano a los intereses de esta potencia que se propuso frustrar a la revolución cubana  con el pretexto de contener “el avance comunista” desde la isla sobre tierra firme americana. No se requiere nada más que un poco de inteligencia para descubrir su falacia, un estereotipo más destinado a confundir a los sectores peor informados de sociedades atrasadas, tal como creen que son en las de Latinoamérica los gobernantes del “norte revuelto y brutal”.

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En aquel país, siempre se ha pretendido que sea olvidada su historia imperial; que se ignore que desde hace más de 150 años, sus gobiernos iniciaron su avance sobre América Latina, robando territorios a México primero y después aplastando militarmente otras soberanías latinoamericanas.  Con los recursos del olvido y del fantasma comunista, creyeron que asustarían a los pueblos, no para sumarlos a sus empresas interventoras, sino para volverlos pasivos ante sus injerencias.  Por eso han pretendido ocultar que las raíces patrióticas de la revolución nicaragüense nacieron aquí, y fueron fortalecidas, precisamente, con la resistencia de Augusto C. Sandino, frente a una de sus intervenciones armadas.  Exactamente como ha nacido el movimiento campesino contra la ley 840 inspira objetivamente en la lucha de Sandino y, en esencia, encarnando su lucha por la soberanía nacional con otros métodos.

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El cinismo gringo no puede limpiar la sangre derramada por el pueblo a causa de sus incursiones armadas.  Y pretendieron engañarlo con la amenaza del “peligro” cubano.  Aparte de estas verdades, es honesto reconocer que hubo armas y entrenamiento cubano para los revolucionarios nicaragüenses; pero nadie puede negar, que esa colaboración de Cuba se dio en el plano de la solidaridad entre pueblos hermanos y no en plan de conquista, como es el objetivo de todas las intervenciones gringas.  Y esa ayuda nunca fue ni quiso ser una actitud agresiva ni ofensiva a nuestra soberanía como sí, lo fueron la gestación y adiestramiento con las armas gringas de la guardia nacional, como sostén de la dictadura somocista.

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Por ese mismo respeto por las verdades históricas, es honesto reconocer que no existen fenómenos ni hechos políticos absolutos.  En nuestro caso, por mucho que gobiernos gringos contribuyeron en grande y con todas sus malas artes a la ofensiva contra la revolución sandinista, sus agresiones no fueron los únicos factores de su derrota.  También lo fueron las desviaciones y los errores nunca rectificados, por buena de parte del liderazgo sandinista.  Estos dos factores de la derrota de la revolución no tuvieron una simple motivación ideológica, y aunque sus líderes tenían la fama de ser “comunistas”, la mayoría de ellos carecía de sólidas bases ideológicas marxistas.  Y por el lado gringo, sus intervenciones tampoco respondieron a una simple concepción acerca de la revoluciones, sino a su naturaleza imperial.

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Por ello, de ningún lado hubo siquiera intentos serios por corregir errores, sino que más bien los profundizaron.  Las desviaciones de nuestro liderazgo fueron superiores al nivel de sus conciencias revolucionarias, lo que les hizo caer en la corrupción de los principios que dijeron sustentar, y también de sus conductas personales.  Expresión viva de esas aberraciones fue la piñata con los bienes públicos entre un grupo de líderes del FSLN de diferentes niveles.  Y las consecuencias más dramáticas fueron la traición a la sangre derramada por la juventud, con la que el pueblo pagó caro el triunfo y la defensa de la revolución; la pérdida de una experiencia histórica de liberación nacional y su degeneración en un régimen neoliberal, reaccionario y oportunista.

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Es también un régimen con una enorme burocracia, más que la de una gran potencia en tiempos de guerra: a) algunos ministerios tienen hasta con ocho viceministros, y los asesores de la presidencia llegan a veinte (síntoma de parasitismo, ineficiencia y corrupción); b) burocratizó los municipios eliminando de hecho su ley de autonomía; c) burocratizó al FSLN, y su dirección pasó a manos del caudillo y su mujer; d) burocratizó la función de la justicia y la legislativa, la información pública y a las fuerzas armadas; e) burocratizó las elecciones para que respondan a sus intereses y no a la voluntad popular; f) burocratizó la actividad de los sindicatos, imponiéndoles dirigentes y su agenda política; g) burocratizó el control de la economía, en alianza con el gran capital.  El resto de los acápites, hasta agotar el abecedario, suman la centralización del poder con autoritarismo, un eufemismo para no calificarla como la dictadura que realmente es.

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Si prefieren otra definición, se trata de otra máscara “revolucionaria” tras la que se esconde la traición al sandinismo, no al “socialismo” que aquí nunca existió, por ser demasiada burda para ser aceptada por quienes no tienen intereses espurios que defender ni que anteponer al derecho de los nicaragüenses a sus libertades, su bienestar social y su dignidad ciudadana.  Pero solo con no dejarse engañar no basta, pues es una actitud pasiva; lo que se requiere son acciones unidas contra viejas y nuevas aberraciones.  Una de las aberraciones contra la cual es urgente luchar es el tratado canalero de Ortega con Wang Jing, tal cual como lo hacen los campesinos encabezados por Francisca Ramírez, por el rescate de la soberanía nacional con la derogación de la ley840.  Esa derogación, equivaldría a una derrota política de quien vendió la soberanía y de su régimen antipatriótico.

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Las desviaciones de los gobernantes actuales, por supuesto que no surgieron de modo espontáneo con la piñata; esta fue continuidad del proceso de reversión revolucionaria hasta llegar a la actual situación a la que condujo el país el grupo identificado como “orteguista”.  Antes hubo una consigna élite de las desviaciones, y de la cual fuimos sus presas, por uno y otro motivo, que fue: “¡Dirección Nacional ordene!”  Su peor consecuencia, no fue tener una actitud de fe colectiva ante nueve dirigentes –como se ha creído—, sino también los perjuicios políticos e ideológicos contrarios a la dignidad personal, porque significaba renunciar al criterio propio; a dejar de pensar con libertad sobre el proceso mismo; a no vigilar el cursos de los sucesos, y a no criticar errores y desviaciones de su dirección.

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En aquellas condiciones, solo era posible mirar al adversario externo y no al de adentro.  Es igual a la actitud sumisa en la que aún están los orteguistas bajo el mando dinástico de los Ortega Murillo; de los que siguen en abyecta dependencia, sea por interés económico o político –dos formas de oportunismo—, porque nadie, a estas alturas, es inocente del carácter usurpador y traicionero de quienes están al frente de este gobierno desde hace diez años y comenzaron ya la prolongación de su mando por cinco años más, sin demostrar ningún interés en aceptar que el país tenga auténtica  institucionalidad y, con eso, impiden que la mayoría de los nicaragüenses hagan pleno uso de sus derechos políticos y electorales.

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 Ruperta y Ruperto:

  • ¿Viste, Rupertó?  A los opositores creyentes en el niño-dios y los reyes magos de la OEA, no les trajeron ni juco…
  • Pero como se aproxima la semana santa, Rupertá, Almagro le trajo a Daniel un látigo nuevo para que lo use sin remordimientos… ¡durante tres años en la “Judea” nacional!
  • Y ese látigo, Rupertó, puede durarle a Daniel muchos años más, porque para el cristo-pueblo… ¡su Calvario va para largo!

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  • El neo millonario y revolucionario arrepentido, Bayardo Arce, cree que la empresa del transporte gringa Uber, vendría a modernizarnos, Rupertá…
  • ¿Más modernos de lo que nos hizo el ex presidente Bolaños, Rupertó, cuando inauguró un restaurante MacDonald?
  • Desde el punto de vista neoliberal de don Bayardo, Rupertó, seríamos más modernos, porque vamos a ser súbditos digitalizados… ¡de otra transnacional!

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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