
2 de marzo 2025
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Donald Trump trataría de aplicar una neodoctrina Monroe, que reduciría los márgenes de autonomía de los países latinoamericanos y del Caribe
Simpatizantes del expresidente estadounidense Donald Trump. // Foto: EFE / EPA / Will Oliver
Nadie esperaba una luna de miel entre la Unión Europea y la administración Trump, pero los embates contra Europa han, sin embargo, tomado por sorpresa a las capitales europeas.
La alianza occidental se constituyó en su configuración actual al final de la Segunda Guerra Mundial como respuesta al golpe de Estado auspiciado por la Unión Soviética en Checoslovaquia.
El 4 de abril de 1949, suscribieron en Washington el Tratado del Atlántico Norte, las siguientes naciones: Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Estados Unidos, Canadá, Portugal, Italia, Noruega, Dinamarca e Islandia.
El Tratado del Atlántico Norte estableció un sistema de seguridad colectiva operacionalizado por la Organización del Atlántico Norte, conocida como OTAN. La OTAN está presidida por un civil y consta de un comando militar integrado, presidido por un militar de alto rango. A los 12 países fundadores se les han ido añadiendo nuevos socios. Hoy la organización cuenta con 32 miembros y ha constituido la piedra angular de la alianza occidental durante los últimos 75 años.
Al igual que el resto del entramado internacional liderado por Estados Unidos desde 1945, empezando por Naciones Unidas, el sistema se basa en la confianza. En la confianza de que todos y cada uno de los participantes actuarán de acuerdo con lo pactadoy ahora resulta que Estados Unidos, el país más poderoso de la alianza, amenaza con desdecirse de sus compromisos si sus socios europeos no cumplen con sus demandas, en particular las que se refieren a aumentar los presupuestos en defensa a niveles que las economías aliadas podrían difícilmente sostener.
Los europeos, por su parte, establecieron la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) en 1951 por medio del Tratado de París. Esto, con el fin de integrar la producción de esas materias primas por los antiguos beligerantes Francia y Alemania. Tanto el carbón como el acero eran considerados cruciales para la industria de guerra.
Es importante señalar que la Unión Europea, sucesora de la CECA, se ha convertido a lo largo de los años en una verdadera potencia exportadora que rivaliza con Estados Unidos tanto en términos de riqueza como de niveles de vida de su población.
La economía estadounidense no es una economía exportadora, su hegemonía no se basa en los superávits de la balanza comercial. Se basa tanto en el tamaño de su mercado como en el tener la moneda de reserva internacional más importante. Ahora bien, contrariamente a la opinión de la gran mayoría de los economistas que los consideran inflacionistas, el presidente Trump y sus asesores están empeñados en imponer aranceles a las importaciones como medio de creación de riqueza.
Trump no cree en la hegemonía basada en ideas, instituciones y cooperación internacional, en el “poder blando” que ha sido la base de la pax americana, al contrario, considera que su país está siendo explotado, ya que no solo carga con la mayor parte del gasto en defensa de la alianza occidental, sino que, además, subsidia a las economías europeas –y a las de México, Canadá y China– con sus déficits comerciales.
Después de una larga conversación telefónica entre los presidentes Putin y Trump, que puso fin al aislamiento del primero a raíz de la invasión rusa a Ucrania, enviados especiales de los dos presidentes se reunieron en Riad, Arabia Saudita, con el fin de buscar una solución negociada al conflicto.
El hecho de que no fueran invitados ni el gobierno de Ucrania, ni ningún europeo, señala claramente la nueva dinámica que parece establecerse en el sistema internacional: negocian entre sí las superpotencias, las que, en un segundo momento, informarán a los integrantes de sus zonas de influencia respectivas sobre los acuerdos alcanzados.
El gran temor es que Europa quede en la zona de influencia rusa, que Moscú pretenda subyugar de nuevo a los países bálticos, además de Georgia y Ucrania, sin que la OTAN acuda en su ayuda y que, gracias a la creciente popularidad de los partidos de extrema derecha simpatizantes de Putin, las democracias europeas se conviertan en autocracias iliberales siguiendo el modelo húngaro (además de Hungría, partidos de extrema derecha participan ya en los gobiernos de Croacia, Chequia, Finlandia, Italia, Países Bajos, Austria y Eslovaquia, y constituyen una fuerza importante en Francia y Alemania).
De acuerdo con esta teoría, el plan de Trump para nuestro hemisferio sería vetar la presencia china en las Américas, y su sueño, retomar el control del canal de Panamá y anexarse Groenlandia y Canadá, que pasarían a formar parte de la Unión Americana. En resumen, trataría de aplicar una neo-doctrina Monroe, la cual reduciría drásticamente los márgenes de autonomía de los países latinoamericanos y del Caribe, sometidos sin remedio a los diktats de la gran potencia. ¡Bienvenidos al universo MAGA!
*Este artículo se publicó anteriormente en La Nación, de Costa Rica.
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Politóloga y académica. Exembajadora de Costa Rica en Italia. Doctora en Letras con énfasis en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad París III Sorbonne Nouvelle.
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