13 de septiembre 2024
“El reconocimiento de los derechos es uno de los grandes avances, es un tema de inclusión y bienestar, y en eso la revolución ha logrado, lo voy a decir en términos políticos, una síntesis perfecta”.
Valdrack Jaentschke, septiembre 8 2024.
A inicios del mes de septiembre, dos prominentes costeños sandinistas, el recién nombrado canciller Valdrack Jaentschke, y el magistrado del Consejo Supremo Electoral, Lumberto Campbell, ofrecieron entrevistas separadas a un medio oficialista en donde ambos destacan el “compromiso y liderazgo del comandante, y la compañera” con el desarrollo de la Costa Caribe. Por la relevancia de estas voces, quizá los costeños de mayor jerarquía en el círculo cercano a los Ortega, es importante someter sus narrativas a un escrutinio histórico.
El programa histórico del FSLN y la inclusión de la Costa Atlántica
Tanto Jaentschke como Campbell trazan el compromiso y “continuidad histórica” del FSLN respecto al desarrollo de la Costa Caribe al Programa Histórico del Sandinismo de 1969, al que caracterizan como una visión de inclusión “funcional” de la Costa al resto del país. Ese Programa, curiosamente, ofrece una perspectiva de incorporación desarrollista de la revolución hacia las regiones de la Costa Caribe.
La Revolución Popular Sandinista, indica la sección 6 del Programa, “acondicionará las tierras adecuadas de la zona para el desarrollo de la agricultura y la ganadería; y aprovechará las condiciones favorables para impulsar el desarrollo de la industria pesquera y forestal.” Los dos funcionarios del Orteguismo, sea por amnesia histórica o por lealtad al “comandante, y a la compañera,” prefirieron ignorar que, en 1985, durante las negociaciones de paz con la resistencia armada de Yatama, el mismo FSLN se había distanciado de esa visión desarrollista, a favor de un programa basado en los derechos históricos y autonomía de los Pueblos Indígenas y Afrodescendientes del Caribe.
Es decir, al suspenderse la visión desarrollista, fue posible que emergiera una visión de autonomía y derechos, que el FSLN críticamente reconoció como una solución de principios enmarcados en la obra de la revolución. Jaentschke y Campbell prefieren glorificar las obras de infraestructura de integración productiva, pero ignorar que las regiones del Caribe continúan sometidas a un modelo extractivo que los gobiernos neoliberales promovieron, y que la segunda administración de Ortega se encargó de profundizar. Es decir, al reinstalar discursivamente la visión desarrollista de un sandinismo histórico integracionista, los funcionarios costeños de Ortega legitiman el desmantelamiento de una perspectiva de derechos y autonomía.
Desplegar la etnicidad y la cultura con oportunismo político
Para contextualizar la relevancia histórica de su nombramiento, Jaentschke hace referencia a su identidad afrodescendiente y al pasado colonial de esclavitud al que fueron sometidos sus ancestros. El primer afrodescendiente del país en ser nombrado ministro de Relaciones Exteriores por el reconocimiento, en sus propias palabras, “del comandante, y la compañera.” Jaentschke es también uno de los principales operadores políticos del régimen de los Ortega en el ámbito internacional. Hoy día, un grupo no menor de prominentes costeños Orteguistas ocupan cargos claves en el servicio exterior del país, ministerios gubernamentales, y en los gobiernos regionales y municipales de la Costa Caribe. Al nombrar a costeños sandinistas especialmente de origen Afrodescendiente e Indígena, y de mestizos costeños al aparato estatal, el Orteguismo pretende blindarse de una coraza culturalista, que celebra un discurso de inclusión racial, pero suprime los derechos políticos del resto de la población nicaragüense, y especialmente de las regiones del Caribe.
Where is your friend Brooklyn, comandante Campbell?
Tanto Jaentschke como Campbell deberían explicar a la sociedad costeña cómo esa visión de inclusión culturalista es compatible con la decisión de los Ortega de mantener en condición de prisioneros políticos a dos dirigentes de Yatama, la principal organización política costeña en las últimas cuatro décadas, y de haber condenado sin un debido proceso a ocho guardabosques comunitarios indígenas Mayangnas. A Campbell, especialmente, no parece incomodarle que los Ortega mantengan bajo desaparición forzada a Brooklyn Rivera, con quien Campbell mismo y Ortega celebraron en el año 2006 el lanzamiento de la Alianza Unidad Nicaragua Triunfa, y quien fuese su colaborador cercano en la Secretaría de Desarrollo de la Costa Caribe, que Campbell aún dirige. Brooklyn Rivera, incurrió en un alto costo político en mayo de 2021 al votar a favor de reelegir a Campbell, por ser “costeño y su amistad personal,” como magistrado al Consejo Supremo Electoral.
La perspectiva del histórica del sandinismo, que celebran hoy día Jaentschke y Campbell, incluyó una perspectiva de integración cultural. Sin embargo, en un régimen autoritario, el lenguaje de inclusión cultural y racial, como lo han demostrado los Ortega, puede ser funcional a un modelo de exclusión política, restricción de derechos y supresión de libertades. La revolución, señala el Programa histórico del FSLN, “estimulará el florecimiento de los valores culturales locales de esa región, provenientes de los aspectos originales de su tradición histórica; y aniquilará la odiosa discriminación de que han sido objeto los indígenas miskitos, sumos, zambos y negros de esa región.” Para lograr la unidad nacional, en la visión del FSLN, esa discriminación hacia la Costa Caribe tendría que ser desmantelada.
La aprobación de la Ley de Autonomía en 1987 delineó la complementariedad necesaria entre derechos étnicos e inclusión, entre democracia y no discriminación. Y fraguó un compromiso del Estado nicaragüense con el ejercicio de la libre determinación de la población multiétnica de la Costa Caribe. Ese compromiso impuso límites al Estado como un agente de dominación.
Al enaltecer una coraza culturalista para desmantelar los derechos de autonomía de las regiones del Caribe, “bajo la conducción y liderazgo del comandante y la compañera”, los Ortega han logrado eficazmente que ciertos costeños adopten, con especial cinismo, esa función de dominación interna, y de paso, legitimar políticamente a un régimen decadente.