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Decálogo del COSEP

Un Estado, simplemente “subsidiario” del sector privado, no es democrático, sino, que tendría una función estructural corporativista

Bayardo Arce, asesor económico del gobierno, junto al presidente del COSEP, José Adán Aguerri. Carlos Herrera/Confidencial.

Fernando Bárcenas

14 de septiembre 2016

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El sector empresarial se ve envuelto en una coyuntura histórica crucial, ante el avance de una dictadura extraordinariamente corrupta, que le exige a la clase empresarial una capacidad estratégica política para apoyar, de hecho, la parte de la contradicción que, en este conflicto ineludible, representa un rol progresivo para la nación.

Miopía táctica económica versus visión estratégica política 


Desgraciadamente, por una visión económica cortoplacista, pese a sus preferencias ideológicas democráticas, en abstracto, el COSEP ha optado por aliarse tácticamente con quien conduce al país decididamente a un desastre político violento.

Dice José Aguerri, en el día del empresario: “Se debe preservar la institucionalidad democrática. No debe haber censura ni represión política.  Por eso hoy le presentamos a la nación un decálogo de nuestros principios democráticos”.

Un decálogo, o norma de conducta empresarial, ¿sería la forma de preservar la institucionalidad de los organismos del Estado? Institucionalidad que se ha perdido aceleradamente a lo largo de los últimos diez años.

Los principios son criterios metodológicos, no enunciados abstractos

Los principios, cuando constituyen –como debe ser- criterios metodológicos, sirven para trazar con coherencia una línea política frente a la realidad cambiante, no para pronunciar enunciados abstractos. El análisis metodológico de la realidad nunca ha sido un punto fuerte del vocero del COSEP. Aguerri confunde los principios empresariales prácticos, con una minúscula copia desleída de la Constitución de la república.

_Principio I de Aguerri: no podemos involucionar en los procesos y cambios democráticos que hemos venido desarrollando...

¿No podemos o no debemos? Porque es claro, no sólo que podemos, sino, que ya hemos y seguimos involucionando. Y que, a partir de 2007, los cambios políticos en la sociedad han sido en sentido retrógrado, con la destrucción de la institucionalidad del Estado. Además, esa aspiración política democrática no es un principio o norma gremial, sino, una declaración política de carácter general, sin contenido práctico.

_Principio II de Aguerri: Garantizar los elementos esenciales de la democracia representativa.

Ello tampoco es un principio gremial, ya que dicha garantía –si es que la hubiese, cosa que no resulta de la voluntad de nadie- no depende, ni de lejos, de la actividad empresarial del COSEP.

Lo mismo ocurre con los ocho supuestos principios restantes, que constituyen, más bien, una plataforma de aspiraciones políticas abstractas, propia de las normas constitucionales, que se elaboran, necesariamente, como orden jurídico estable de la sociedad. Es decir, sin considerar las crisis, las luchas políticas concretas, los cambios y conflictos extremos producto de la agudización objetiva de las contradicciones sociales. Sobre lo cual, más bien, debería tratar un pronunciamiento político concreto del COSEP.

La política, expresión consciente de conflictos sociales

La política es la expresión estratégica de conflictos sociales, que se manifiestan coyunturalmente en torno al orden concreto de la sociedad.

Este vocero ingenuo ignora la evolución probable de la situación crítica actual, de la cual es parte fundamental el rumbo de la economía. Y recurre a señalar abstracciones y normas políticas generales, que le genera aplausos sólo de parte de los agremiados cultural y políticamente atrasados, incapaces de un pensamiento estratégico.

Dice Aguerri:

_Los resultados en el orden económico nos avalan… no así, los resultados en el orden político, ante lo cual todos hemos fracasado.

Aguerri piensa que la política sea una abstracción, y la economía una actividad concreta, pero, obra de un minúsculo sector privilegiado de la sociedad. Tanto desde el gobierno como desde el sector empresarial, asistimos a una posición política que burocráticamente expropia a los ciudadanos de un rol político decisivo, para decidir el rumbo de la economía.

Ante el avance de la dictadura, el COSEP anuncia, de boca, decálogos democráticos en abstracto, sin una sola acción política concreta para frenar a la dictadura. Los ciudadanos, en cambio, lejos de fracasar aún, se ven obligados a luchar contra la opresión, por mayores derechos políticos formales, y por una sociedad más igualitaria.

No confrontar a Ortega, es compartir su suerte histórica

El discurso del vocero del COSEP, realza al régimen orteguista:

_Algunos pretenden hacernos creer que es necesario confrontar a este gobierno en las calles, y apostar que, en ese contexto de inestabilidad política y social, asuma otro gobierno distinto.

Nadie pretende hacer creer algo al COSEP, como si fuese un coro candoroso de niños de pecho. Si tal confrontación con Ortega (quien promueve la inestabilidad política y social) no es, para el COSEP, una necesidad estratégica por intereses sociales, porque la dictadura permite, a lo inmediato, el enriquecimiento especulativo, cabría observar que pese a la complacencia pasiva del COSEP, los conflictos inevitables a causa de los abusos de la dictadura, afectarán inexorablemente la actividad económica. Continúa Aguerri:

_El COSEP no contribuirá a destruir nuevamente al país, por destruir una opción política. No planeamos renunciar al diálogo y al consenso, para darle paso a la intolerancia y a la destrucción, ni renunciaremos a nuestros principios.

¿La dictadura es una opción política para el COSEP? La intolerancia y la destrucción, Aguerri debería endilgarlas a Ortega –con quien mantiene un consenso-, en lugar de achacárselas a quienes se oponen al régimen dictatorial.

Principios irrenunciables del COSEP: paradoja del borracho

¿Cuáles son los principios irrenunciables del COSEP? Parece ser, la alianza inquebrantable con Ortega a cualquier costo. Aguerri afirma esta contradicción:

_Diálogo político y consenso con Ortega, para fortalecer el Estado Democrático de Derecho.

Curiosa y contradictoria forma de proceder. Ortega profundiza y consolida su dictadura, y Aguerri, para fortalecer el Estado Democrático de Derecho, llama a un diálogo político con Ortega. Aguerri sigue la paradoja del borracho, que para quitarse la cruda bebe nuevamente al día siguiente. Parece que Aguerri padece delírium trémens por abstinencia dictatorial.

Aguerri confirma su visión antidemocrática:

_El Estado debe jugar un rol subsidiario al rol del sector privado. Promovemos que los Gobiernos de turno adopten en sus planes las propuestas del Sector Privado.

O sea, que la parte principal de la sociedad, según Aguerri, es el gran sector privado (el 1 % de la población). El Estado tendría como finalidad, únicamente, apoyar, “ser subsidiario”, de ese 1 %. El decálogo democrático, al primer suspiro de Aguerri, se ha ido conceptualmente por el caño. El principio constitucional de Aguerri es uno solo: el Estado debe asumir la forma más antidemocrática posible para servir prevalentemente al sector privado, como un fin absoluto.

Hablaríamos, sin tapujos, de una dictadura empresarial directa. No obstante, Aguerri después de esta afirmación extremista, sostiene con insolencia:

_Nos acusan de implementar un modelo corporativista en donde los empresarios sacrificamos la democracia a cambio de la economía.

Un Estado, simplemente “subsidiario” del sector privado, no es democrático, sino, que tendría una función estructural corporativista. La política estatal estaría dominada –según Aguerri- por los negocios, lo que conduce al absolutismo empresarial. Si los ciudadanos fuesen a elegir a funcionarios estatales que deberían responderle exclusivamente al COSEP (adoptando sus planes), es mucho más lógico, entonces, que quien debería escogerlos directamente sea el COSEP. Aguerri, así, sería el poder real detrás del gobierno. No debe sorprender, por lo tanto, que la relación de Aguerri con Ortega sea recíprocamente enfermiza.

Es obvio, que Aguerri no diría las barbaridades que dice si el país no sufriera, con la dictadura orteguista, un proceso degenerativo, cultural e institucional.

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El autor es ingeniero eléctrico.


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