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Feligresía gritó “¡Libertad!”

Al finalizar la misa por los presos políticos, el público reiteró sus reclamos porque brille la justicia.

Confidencial/EFE/Jorge Torres

Iván Olivares

22 de octubre 2018

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Domingo. Once de la mañana en la catedral ‘Inmaculada Concepción de María’, de Managua. Un domingo de misa en el que los sacerdotes tienen previsto hablar de las misiones, de cómo el más grande es el que está dispuesto a humillarse más y a servir mejor a sus semejantes. Un servicio religioso con un final inesperado pero previsible: media asistencia gritando ¡Libertad! ¡Justicia! ¡Eran estudiantes, no eran delincuentes!

El presbítero Rodolfo López, vicario de catedral, explica que el cristiano debe ser servicial y practicar la caridad, si quiere alcanzar la justicia. En las bancas, ocupadas casi en su totalidad, los feligreses de siempre alternan con otros que han llegado a oír misa, en especial, a escuchar un ruego al Altísimo y palabras de aliento para con los presos políticos.

Esos ‘otros’ que llegaron este domingo son familiares de esos presos, pero también algunos líderes de la Alianza Cívica y de la Unidad Nacional Azul y Blanco, incluyendo a varios que fueron arrestados el domingo anterior, por protestar en la acera de un supermercado en contra del Gobierno.


“Los poderosos oprimen matando, torturando, encarcelando, y eso no es cristiano”, sentencia el padre López.

Aunque no todos los asistentes son católicos –algunos ni siquiera son creyentes- muchos asienten en señal de aprobación. Algunos portan banderas o pañoletas azul y blanco, que introdujeron de forma subrepticia al templo, donde sus colores contrastan con el blanco hueso y el amarillo con que están pintadas las paredes interiores.

Libertad

Confidencial/EFE/Jorge Torres

¿Cuántos hermanos sufren?

“Sin descuidar el amor de Cristo, busquemos la justicia, pero cerrando la puerta a Satanás. Yo sé que hay mucha gente que puede tener resentimiento, que ha sufrido mucho dolor, pero no podemos entregarnos al odio”, predicó el sacerdote.

En los pasillos, bandadas de periodistas se turnan para hacer la misma foto cuando una cámara descubre a algún notable portando una bandera azul y blanca en una mano y una vela encendida en la otra, y corre a filmarlo y fotografiarlo. Alertado por su movimiento, los demás fotógrafos vuelan a hacer ellos también la misma foto.

Es lo que pasa cuando detectan la presencia de doña Miriam del Socorro Matus Alemán, doña Coquito, la abuela vandálica. Mientras los hermanos se dan la paz, varias personas se acercan a ella para abrazarla, solidarizarse y darle las gracias por no rendirse. Ella los recibe a todos, mientras varios flashes inmortalizan el momento.

“¿Cuántos hermanos han sido aprisionados, asesinados, torturados?”, se pregunta el padre López, para responderse de inmediato: “Esta misa es por ellos”, mientras los padres y familiares de varios presos políticos que siguen en la cárcel, y de algunos que fueron asesinados por el régimen, lloran al levantar los carteles con la imagen de sus seres amados.

“Hay que pedir a Dios que toque el corazón de los que tienen el poder, para que se libere a quienes han sido encarcelados injustamente”. Te lo pedimos Señor.

Libertad

Confidencial/EFE/Jorge Torres

“¡Libertad!” “¡Justicia!”

Llega el momento de la Consagración. El sacerdote toma la hostia, y repite las palabras del Maestro: “Tomad y comed todos de él”. Luego, levanta el cáliz, e invita: “Tomad y bebed todos de él”. La mayor parte de la feligresía está de rodillas, mientras suena una campana, y un olor a incienso invade el lugar.

Termina la misa, y mientras la gente se acerca al presbiterio, un murmullo de voces comienza a crecer en emoción e intensidad. Al menos la mitad de los feligreses se acerca para clamar por libertad y por justicia, mientras un monaguillo rocía agua bendita a quienes se acercaron, cubriendo a las personas, sus banderas, y las fotos de los suyos.

Por más de tres minutos, la gente corea consignas, mientras el monaguillo sigue con su labor de repartir bendición. Al concluir, los periodistas se dividen para buscar a quién entrevistar, antes de salir corriendo al templo San Francisco en Bolonia, para escuchar la prédica de monseñor Silvio Báez, vicario de la arquidiócesis de Managua.

Los obispos estamos con ustedes

Los alrededores de este templo ubicado en uno de los viejos barrios de clase media alta de Managua, advierten lo que ocurre dentro del local religioso: lleno total. Pese a todo, dentro no hace calor, pues el aire acondicionado hace que los asistentes se sientan más cerca del cielo, que del infernal calor que hace en la Managua que afuera transcurre soleada y perezosa.

Monseñor Báez tiene el rostro sereno y la mirada tranquila cuando pide orar “porque tu pueblo suplicante reciba con prontitud lo que te pide”. Después, pasa a ocupar el sitio especial reservado para el celebrante, y mientras sus acólitos llevan adelante el ritual de la misa, él se quita la mitra y el solideo, y aprovecha para secarse el sudor de la frente.

Poco antes de concluir la celebración, el religioso les recuerda –sabiendo que la presencia de los medios de comunicación multiplicará el alcance de sus palabras- que “los obispos de la Conferencia Episcopal no estamos lejos de las inquietudes, las solicitudes y las súplicas del pueblo de Nicaragua”.

Es momento de irse, pero ¿podemos ir en paz?


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Iván Olivares

Iván Olivares

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Durante más de veinte años se ha desempeñado en CONFIDENCIAL como periodista de Economía. Antes trabajó en el semanario La Crónica, el diario La Prensa y El Nuevo Diario. Además, ha publicado en el Diario de Hoy, de El Salvador. Ha ganado en dos ocasiones el Premio a la Excelencia en Periodismo Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en Nicaragua.

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