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Nueva extorsión en Aduanas: DGA “infla” precio de fertilizantes

Golpe a los productores: Aduana no reconoce que el precio internacional bajó a 700 dólares, y cobran IVA como si aún costara 1100 dólares

Proyectos de agroecología fueron apoyados con el financiamiento de Oxfam en diversos municipios de Nicaragua. Foto: Cortesía

Iván Olivares

21 de octubre 2022

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La voracidad recaudatoria del régimen orteguista impuso dudas de valor a los dos últimos embarques de fertilizantes llegados a Nicaragua, impidiendo que los productores agrícolas aprovechen la baja del precio internacional de ese valioso insumo, y los mantiene en la zozobra de tener que elegir entre aumentar sus costos de producción, o cosechar menos.

La crisis logística global, como consecuencia de la pandemia de covid-19, provocó que en 2021 los precios de los fertilizantes aumentaran hasta en cinco veces su valor. A inicios de este año, cuando el mercado comenzaba a corregir ese desequilibrio, la guerra de Rusia contra Ucrania, agitó las aguas, y propició que los precios volvieran a repuntar. Algunos, incluso más altos que antes.


“El precio comenzó a aflojar hace unos tres meses, y algunos empresarios aprovecharon la oportunidad para comprar, pero se encontraron con la sorpresa de que la Dirección General de Servicios Aduaneros (DGA), les impuso dudas de valor y les cobró de más”, dijo a CONFIDENCIAL –desde el anonimato– el ejecutivo de una empresa que presta servicios al sector, y conoce el modus operandi de las aduanas de Nicaragua.

Ejemplificó que, si antes del inicio de la pandemia la tonelada del fertilizante más barato podía adquirirse en 200 dólares, (y en 400 la tonelada del más caro), las crisis continuadas hicieron que esos precios rompieran la barrera sicológica de los 1000 dólares, hasta que una serie de factores los hicieron descender hasta alrededor de 700 dólares la tonelada.

“Al llegar a la Aduana, los inspectores decidieron que el valor declarado de 700 dólares no podía ser real, e impusieron un ‘valor encontrado’, de 1100 dólares, basándose en el precio de las importaciones recibidas dos meses atrás, así que emitieron reparos por duda de valor a los dos últimos embarques recibidos. Ahora, las declaraciones de todos los importadores salen en rojo”, graficó.

En términos monetarios, eso significa que el dueño de la mercadería tuvo que pagar por adelantado 105 dólares, en concepto del 15% del impuesto al valor agregado (IVA) basado en los 700 dólares que costó cada tonelada del fertilizante, ahora debe añadir otros 60 dólares que surgen del 15% sobre otros 400 dólares que el inspector aduanero supone que debe costar ese producto.

“Que impongan esos reparos implica que ellos no aceptan que bajó el precio en el mercado internacional, así que te cobran el 15% del IVA sobre la diferencia”, ilustró el ejecutivo.

Aunque no guardan muchas esperanzas de que una gestión administrativa permita demostrar que los importadores tienen la razón, la fuente sugirió a los afectados que presenten sus documentos y demuestren que esos son los montos reales que ellos pagaron, incluyendo las transferencias bancarias internacionales que hicieron.

“Un proveedor internacional no se presta a facturar montos menores a los reales, porque esa gente trabaja con códigos de ética empresarial, están regidos por marcos legales severos, y trabajan para empresas que transan en bolsas de valores. No solo eso: el importador local no elabora las facturas. Las hace un bróker internacional”, complementó.

Fertilizar… o fertilizar. No hay opción

El aumento en el precio de los fertilizantes y agroquímicos, impone a los productores el falso dilema de tener que decidir entre usarlos o no. Dilema, porque esos insumos elevan cada vez más sus costos de producir un quintal de granos. Falso, porque en verdad llevan las de perder, si no administran las cantidades apropiadas.

Donald Morales es un pequeño productor que cultiva yuca, quequisque, malanga, frijoles, maíz y plátanos, en una parcela de tres manzanas de extensión en Camoapa. Recuerda que el año pasado, cuando buscaba herbicidas para desyerbar los cultivos, gramoxone para matar la grama, o glifosato para limpiar el terreno, encontraba a 300 córdobas el producto que antes le costaba 160, sin que nadie explicara por qué estaba más caro.

“A uno solo le saben decir que ese es el precio si lo quiere llevar, así que la alternativa es comprarlo o no”, explicó. Su opción fue dejar de fertilizar, a sabiendas que eso disminuiría la productividad, pero no es el único en esa situación. “Somos miles de productores, y hay muchos que ya no están cultivando”, porque enfrentan diversos tipos de problemas, especialmente, el alto precio de los insumos.

Morales explica que, cuando sale la cosecha, “no hay quien compre los productos, por un tema de precios altos, porque no podemos venderlos por debajo del costo de producción”, lo que ha llevado a muchos a optar por producir solo para el consumo familiar.

Como microempresario, su solución fue dejar de usar fertilizantes industriales. En primer lugar, porque elevaba su costo de producción. En segundo, porque decidió entrar a la producción orgánica, con el apoyo técnico de una cooperativa que les está enseñando a producir sin químicos industriales, y cómo vender mejor, aunque reconoce que tampoco es barato producir su propio abono a base de estiércol de ganado.

Emilio Gutiérrez, cafetalero de Nueva Segovia, explica que la ineludible necesidad de aplicar fertilizantes a los cafetales, “ha impactado grandemente los costos de producir un quintal de café. Dependiendo del nivel tecnológico de un cafetalero, así será la demanda del uso de fertilizantes en su finca”.

Hay que dar de ‘comer’ a las plantas

Tres arroceros (uno de Sébaco, otro de Malacatoya, y un tercero de Chontales), y un técnico agrícola que accedieron a hablar con CONFIDENCIAL, desde la seguridad que les da el anonimato, explicaron sus propias experiencias con los fertilizantes.

El que cultiva en Sébaco dijo que el alza de los precios de ese insumo tan importante preocupa a los productores, porque es un costo que no pueden recuperar vía precios, así que lo que tratan de hacer es incrementar la productividad, nivelar mejor, buscar mayor eficiencia, porque “no se puede dejar de alimentar a la planta”.

Su colega de Malacatoya coincide en que no se puede poner menos fertilizante del que necesita el cultivo, aunque ello implique alejarse mucho del punto de equilibrio. “Uno no puede dejar de fertilizar para alcanzar las metas de producción, así que se busca cómo cortar en otros lados, pero no en la fertilización, que es el alimento de la planta”.

Ante esa obligación, el arrocero chontaleño explica que a sus pares les resulta más caro fertilizar, y eso hace que les sea más difícil competir, aunque reconoce que no tienen más opción que hacerlo.

El técnico explicó que con la excepción de los arroceros (cuyas plantas crecen en terrenos inundados), el exceso de humedad que dejaron las copiosas lluvias asociadas al huracán Julia afectará a distintos cultivos, obligando a los productores de rubros tan diversos como maní o verduras, a hacer aplicaciones preventivas de fungicidas.

“El productor tendrá que rebuscársela, porque sería peor que se le pierdan los cultivos, o que un hongo se los afecte, y caiga el rendimiento, por no aplicar los fungicidas. Aunque los precios están elevados, no es tanto como para hacerlos inaccesibles al productor que, de todos modos, no tiene opción de no aplicarlo, o esperar a ver si la enfermedad surge o no, porque cuando ya se ven los síntomas, es porque ya está bastante avanzada”, graficó.

Precios ofrecen un respiro, pero siguen altos

Más allá de dónde y qué cantidades compren, los productores tienen una relación de dependencia con los fertilizantes, que les obliga a seguir buscando esos químicos para obtener los mejores resultados de sus cultivos.

El arrocero de Malacatoya observa que el precio de ese producto viene bajando, después que disminuyó la demanda, en reacción a los altos precios con que arrancó el ciclo productivo por causa de la invasión a Ucrania. Señala por ejemplo, que un quintal de urea, que durante mucho tiempo se cotizaba en 25 dólares, tuvo un primer incremento que lo llevó a costar 36 o 37 dólares, antes de volver a repuntar para llegar a 62.

Coincidiendo con su colega arrocero de Chontales, este productor dice que ha visto cómo los vendedores están buscando promediar los precios de la urea que compraron cara con la que adquirieron un poco más barata, para poder ofrecerles mejores precios, en especial porque el previo de los fletes también está bajando.

“La urea ya no puede subir más, pero aunque suba, nosotros no podemos trasladar el costo a los consumidores”, refiere explicando que se necesitan entre cinco y siete quintales de urea por manzana de arroz, (dependiendo de la variedad, y de si es invierno o verano), además de otros dos quintales de abono completo y tres de muriato de potasio, que sirve para que la plantas tengan una mayor asimilación del nitrógeno, y lograr mayores cosechas.

Gutiérrez, el cafetalero de Nueva Segovia, recuerda que, hace un año, un quintal de fertilizante de la fórmula estándar del más barato costaba 23 a 25 dólares, y que ese precio pasó a oscilar entre 53 a 55 dólares, lo que atribuye a los efectos de la guerra en Ucrania, el costo del transporte marítimo, y a que a partir de la reforma tributaria de 2019, en Nicaragua pagan impuestos por agroquímicos.

Para fortuna de su gremio, el café ha tenido buenos precios en 2021 y 2022, (los mercados internacionales están pagando casi 200 dólares por quintal en este momento); lo que les ha permitido compensar esas alzas, para seguir fertilizando y mantener sus niveles de productividad.

“Los productores de nivel tecnológico medio, que necesitan aplicar cuatro a cinco quintales por manzana, dos a tres veces al año, están aplicando solo una vez al año, lo que repercute en la utilidad del cultivo, que tendrá problemas en los rendimientos a largo plazo. Hay otros que están elaborando fertilizantes orgánicos, pero esto solo resulta a pequeña escala (una a dos manzanas), porque el fertilizante orgánico requiere aplicarse en mayores cantidades”, explicó.

En cultivos industrializados como el arroz y la caña de azúcar, “muchos productores lograron comprar cuando estaba barato, aunque después el precio de los fertilizantes subió a entre 68 a 80 dólares por quintal. Cuando la demanda se contrajo, porque los agricultores comenzaron a aplicar menos, el precio comenzó a aflojar, y en este momento oscila entre 58 a 70 dólares”, porque fue posible encontrarlo más barato en el mercado internacional.

Finalmente, tanto arroceros como cafetaleros reconocieron que este año, la falta de mano de obra será un problema de mayor calado que en años anteriores, porque si antes tenían que competir con las mejores condiciones que ofrecían los cafetaleros hondureños y costarricenses, esta vez hay menos cortadores a los que cortejar, porque muchos han emigrado a Costa Rica o a Estados Unidos.


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Iván Olivares

Iván Olivares

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Durante más de veinte años se ha desempeñado en CONFIDENCIAL como periodista de Economía. Antes trabajó en el semanario La Crónica, el diario La Prensa y El Nuevo Diario. Además, ha publicado en el Diario de Hoy, de El Salvador. Ha ganado en dos ocasiones el Premio a la Excelencia en Periodismo Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en Nicaragua.

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