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Laura Chinchilla: “Daniel Ortega se está atrincherando en Centroamérica”

Expresidenta de Costa Rica advierte expansión del autoritarismo en la región con el apoyo del BCIE y ahora del SICA

Expresidenta de Costa Rica advierte expansión del autoritarismo en la región con el apoyo del BCIE y ahora del SICA

15 de agosto 2022

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La expresidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, considera que la elección de Werner Vargas —el candidato del régimen Ortega Murillo— como secretario general del Sistema de Integración de Centroamérica (SICA), es un acto de “claudicación” ante la “dictadura más cruel” que haya existido en la región.

“Mientras Daniel Ortega más se aísla del mundo, más se atrinchera en Centroamérica”, afirma Chinchilla, primero con el apoyo del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), y ahora con la secretaría general del SICA, que le permitirá “expandir las fronteras de su influencia”, cuando otros países de Centroamérica “siguen la senda del autoritarismo”.


En una entrevista con Esta Semana y CONFIDENCIAL, la exmandataria lamentó la “claudicación” a favor de Ortega del eje de los países que conforman la Alianza para la Democracia en Desarrollo, integrada por Costa Rica, Panamá y República Dominicana, en la que “se ha diluido” el componente de la defensa de la democracia en Centroamérica”.

 ¿Qué significa la elección del candidato de la dictadura de Daniel Ortega en el SICA, con el voto de los ocho países que lo integran, incluyendo Costa Rica? Usted ha dicho que fue un día de claudicación. ¿Por qué?

Esta decisión que tomó el SICA por unanimidad, antepuso —por lo menos, así se justificó para llegar a esa votación— temas como la necesidad de desatorar la Secretaría General del SICA, porque no venía funcionando por estar descabezada y que había que movilizar cerca de 150 millones de dólares que tampoco se estaban ejecutando, y este tipo de argumentos fueron más importantes que la situación tan dramática que estamos viviendo en Nicaragua como uno de los regímenes dictatoriales más crueles quizás que recuerde, ya no solamente Nicaragua, sino también toda la región.

Entonces, quiere decir que en el fondo hubo una claudicación del SICA frente a los postulados que crearon este organismo y que inspiraron todo el proceso de integración centroamericana, que si bien tenía que ver con temas de cooperación y de financiamiento, estaban por sobre todo, los valores ligados a la democracia, a la paz, a la protección de los derechos humanos. Todas estas consideraciones quedaron subsumidas en estos criterios estrictamente utilitaristas, y sin lugar a dudas fue un día triste y un día de claudicación.

El canciller de Costa Rica, en efecto, justificó esta decisión del presidente Chaves, para destrabar 153 millones de dólares de cooperación, y dijo que no era un espaldarazo al Gobierno de Ortega, pero Ortega celebró esta elección como “un triunfo de la unidad de Centroamérica, y de la paz”.

De parte del régimen, no podemos esperar más que ese tipo de cosas. Creo que a nadie le extraña la reacción que tuvieron. Era más que evidente, que este iba a ser un triunfo para el régimen, porque el régimen jamás habría permitido que ahí se nombrara a un nicaragüense independiente, a una persona crítica de lo que está pasando en Nicaragua, a un claro defensor de las causas de la democracia y los derechos humanos. Si se nombró a este señor, era porque contaba con el aval del régimen. En consecuencia, porque es una persona que está de acuerdo con todo lo que está pasando ahí. Entonces sí: es un día de claudicación, desde el punto de vista de los principios.

Pero también Panamá y República Dominicana, que son aliados de Costa Rica en esta Alianza por el Desarrollo en Democracia, respaldaron también al candidato de Ortega.

Es algo que lamentamos porque los expresidentes de Costa Rica, que en su momento enviamos una nota al señor presidente (Rodrigo Chaves), y al canciller de nuestro país, lo que argumentamos es que Costa Rica podía sostenerse y yo estoy convencida de que había espacio para hacer algo más. Por ahí anda una serie de argumentos de que Daniel (Ortega) amenazaba a unos y a otros, si esto efectivamente es así, sería aún más vergonzoso, que además se le otorgara a Daniel un poder tan grande, de arrodillar a todos los países de la región.

A mí me duele particularmente, porque hace unos meses, con algo de esperanza, se había articulado una alianza hacia el sur y el Caribe de Centroamérica, con Panamá, Costa Rica y República Dominicana, que procuraba contrastar con la deriva autoritaria que ha venido caracterizando el norte de los países centroamericanos, y hablamos de la Alianza para la Democracia en Desarrollo, y me parece que se diluyó por lo menos el componente de democracia, que esperábamos fuese uno de los aspectos distintivos que estos tres países trataran de defender y promocionar en Centroamérica.

¿Tiene esta elección algún impacto en las relaciones futuras de Ortega, por ejemplo, con el BCIE bajo el liderazgo de Dante Mossi?

Lo que estamos viendo es que Daniel (Ortega), mientras más se aísla del mundo, más se atrinchera en Centroamérica. Ha sido capaz de ampliar poco a poco las fronteras de Nicaragua, en un territorio que empieza a ocupar con gran confort. No solamente tiene un BCIE que le financia sus aventuras autocráticas, sino que además tiene ahora una Secretaría General que le va también a ayudar con los procesos de cooperación. No hay la menor duda de que él ha venido expandiendo el espacio de confort, porque también a estos organismos centroamericanos se han venido uniendo homenajes, como los que se le hacen en Honduras.

Silencios absolutamente cómplices que han venido también de países como Guatemala y El Salvador, que hasta en algunas ocasiones se abstuvieron de votaciones en la OEA, y ahora finalmente, esta claudicación por parte del eje de la Alianza para la Democracia en Desarrollo, en favor de él. Entonces, es clarísimo que Daniel (Ortega) está sintiéndose bien a gusto atrincherado en Centroamérica, y ahora aún más con esta concesión que se le dio.

¿Cómo se puede balancear —si acaso es posible— este espaldarazo que le dio el SICA, y un día después, 27 países en la OEA condenan las violaciones a los derechos humanos, demandan la liberación de los presos políticos, y entre estos que votaron por la resolución hay varios de los países que le dieron el espaldarazo a Ortega, entre ellos Costa Rica, Panamá, República Dominicana, Guatemala y Belice?

Bueno, porque sabían que ya no pasa nada con las resoluciones de la OEA, porque el mismo Daniel ya se encargó de expulsar a la OEA del territorio nicaragüense. Ya sacó a su embajador de la OEA. Es claro el mensaje que ha venido mandando: ‘a mí no me importa ya lo que ustedes hagan en la OEA’, pero sí le importa lo que pasa en Centroamérica. Por eso es que la batalla se libraba en territorio centroamericano. No necesariamente en esta ocasión allá en la OEA. Esta era la batalla que contaba, y por eso es que sigue siendo tan indignante. Yo como centroamericana, me siento burlada de esta votación que se acomoda un día después que tiene lugar esa votación en el SICA. Por lo menos, hubiesen tenido la delicadeza de separarlas un poco más en el tiempo. Me ha parecido sumamente burdo, porque es claro que esa votación de la OEA, no significa absolutamente nada para el régimen particularmente frente a la decisión que se tomó el día anterior con respecto al SICA.

Son 27 votos. En el pasado, se han dado votaciones similares de 24 y 26 votos. ¿Se pueden traducir en algo más en relación a las violaciones a la Carta Democrática, o hasta ahí llegan los países del continente en la OEA en el tema de la dictadura de Nicaragua?

Obviamente, no hay que claudicar. Todo lo que podamos seguir haciendo a todos los niveles, cuenta, y es importante. Además, en un momento en que la región empieza, como resultado del superciclo electoral, a quedar dirigida hacia la centroderecha por los presidentes que están tomando los Gobiernos, sería especialmente significativo ver una nueva izquierda en América Latina, comprometida con los valores democráticos.

Sería altamente significativo poder ver que un presidente como (Gabriel) Boric, desde Chile, que ha condenado los hechos en Nicaragua, pueda tomar un liderazgo. Sería significativo ver que esas declaraciones iniciales que el presidente (Gustavo) Petro ha dado en relación con lo que pasa en Venezuela y Nicaragua, puedan también manifestarse en procesos al interior de la OEA, y veamos a la OEA yendo mucho más allá de las declaraciones reiteradas que hasta ahora ha suscrito.

Ojalá que eso acontezca, pero me parece que Daniel no ve cercano todavía ese momento, y sigue cómodamente atrincherado en Centroamérica, que le ha expandido cada vez más las fronteras de su influencia.

El nuevo gobierno de Colombia se ausentó de la votación de la OEA, y entre las abstenciones destacan Nayib Bukele de El Salvador, Xiomara Castro de Honduras, y Andrés Manuel López Obrador de México, que ha sido su política general en esta crisis de Nicaragua, y Luis Arce, de Bolivia, que incluso algunas veces había votado a favor del régimen de Ortega.

Aquí lo importante es seguir observando esos votos a favor, son la mayoría que se sostiene, además, se ha fortalecido. México, yo no estimo que llegue a cambiar, y Centroamérica no extraña. Y por eso también, esta decisión que se tomó en relación con el SICA, tiene especial relevancia. Ya no solamente estamos hablando de los riesgos de seguir apoyando un régimen abiertamente dictatorial, como el de Nicaragua, sino que se emite la peor de las señales, en un momento en que Centroamérica ve a otros países seguir también la senda del autoritarismo. El caso de El Salvador, es quizás el más claro.

Para Costa Rica en particular, ¿qué consecuencias tiene esto?: ¿es un giro en su política exterior?, ¿o es algo que pueden mantener dentro de ese equilibrio pragmático como expresó el canciller André, de elegir al secretario del SICA sin darle un espaldarazo a Ortega?, porque seguirán demandando la liberación de los presos políticos, y cuestionando las violaciones y la persecución a la prensa independiente en Nicaragua ¿Cuál es el balance político que deja esto en Costa Rica?

Nadie está pretendiendo que la política exterior se convierta en un simple conjunto de aspiraciones abstractas, despegada de la realidad. Lo que hemos planteado, es que básicamente se siga trabajando sobre los principios fundamentales que han caracterizado esa política exterior de Costa Rica, a partir de la defensa de esos principios, a partir de la fortaleza moral que Costa Rica ha logrado ganar en el plano internacional, que es la única posible, porque no vamos a ser potencia en nada más: ni económica, ni militar. La potencia de Costa Rica ha sido moral. Eso es lo que nos ha dado fuerza para poder sacar procesos adelante. Así fue el plan de paz (de 1987). Fue sustentado en esa fuerza moral de Costa Rica, y entonces lo que estamos haciendo en nombre de un pragmatismo que yo no logro comprender, es más bien desdibujar esa política exterior de Costa Rica, y acomodarnos. No le estamos entregando la plaquita a Daniel Ortega, pero le estamos entregando un trofeo. Algo más importante que lo que hizo Xiomara (Castro) con la plaquita que le entregó.

Si en la OEA no se proyecta ninguna posibilidad de convocar a la aplicación de la Carta Democrática, ¿qué posibilidades existen de continuar la presión diplomática de forma efectiva fuera de la OEA? ¿Pueden actuar fuera de la OEA, o se va a imponer la impunidad?

En muchas ocasiones, en nuestro hemisferio se ha actuado fuera de la OEA. Hay muchos ejemplos. En los años de guerras civiles en Centroamérica, ocurrió, y fueron procesos que vinieron desde fuera de la OEA, y finalmente terminaron también en la OEA, siendo apoyados de manera más amplia. Lo que sí es difícil esperar, es que algo acontezca, si no hay cierta complicidad desde dentro de la misma región centroamericana.

Tampoco estamos ignorando los riesgos que tienen ciertas posiciones de defensa de principios de Costa Rica. No estamos pensando en ir a una guerra con Nicaragua, o que nos cerremos las fronteras mutuamente, pero sí veo muy difícil que si Costa Rica claudica -y los mensajes son un poco erráticos en relación con sus prioridades de política exterior- y también los países de Centroamérica, que otras regiones vengan graciosamente a ver qué hacen con Nicaragua. Ahí me temo que las cosas no van a suceder, si no hay señales más claras de por dónde quiere transitar Centroamérica, y por eso soy un poco escéptica.

A mí me parece que tenemos la obligación a partir de ahora de intentar cuestionar a aquellos países o bloques regionales, que ya se han expresado claramente en contra del régimen de Nicaragua, cuestionar el que la ayuda se canalice ahora a través del SICA, porque no se vale buscar formas para encubrir la cooperación.

Por un lado, se nos dice que no se le da a Nicaragua, porque no se quiere aceptar lo que está pasando ahí, pero entonces, ¿se lo vamos a seguir dando a través del SICA, con un representante del régimen que gobierna ese país? Siento que hay un espacio para, por lo menos, apelar a esos espacios de cooperación extrarregionales —Europa, Estados Unidos— y ver si podemos hacer algo con ese flujo de recursos que se le están proveyendo al SICA.

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Carlos F. Chamorro

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Fundador y director de Confidencial y Esta Semana. Miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha sido Knight Fellow en la Universidad de Stanford (1997-1998) y profesor visitante en la Maestría de Periodismo de la Universidad de Berkeley, California (1998-1999). En mayo 2009, obtuvo el Premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, de Casa América Cataluña (España). En octubre de 2010 recibió el Premio Maria Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. En 2021 obtuvo el Premio Ortega y Gasset por su trayectoria periodística.

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